Recuperar la filosofía para la vida y el Bien Común.
Por. Alicia Barco Andrade – Comunicadora digital, filósofa, docente, empresaria, estratega, mujer política del siglo XXI.

Saludos estimados lectores, es grato nuevamente escribir para compartir ideas, desde este espacio de análisis, frente los nuevos escenarios llenos de crisis en todo el mundo.

No es solo la democracia, no es solo la política o la falta de políticas públicas. Es la aguda y profunda falta de valores humanos, ¡en todo! Por eso, me hace reflexionar por ello, que tampoco el enfoque de la educación que hemos aportado, durante estos 200 años de República, tampoco ha funcionado. Más bien me hace pensar que los gobernantes o políticos que hemos tenido, no han contribuido con el bien común, sino con intereses particulares.

La educación tendría que haber contribuido a formar ciudadanos de bien común, para crear políticos que trabajen hacia el bien de la población. Pero esto no ha sido así. Lo que significa que, la educación y las políticas educativas – en balance de los indicadores reflejados en la sociedad y el nivel de aprendizaje – no ha contribuido a formar ese lado propiamente humano. Ha entendido al ser humano como partes fragmentadas.

Desde que nace la ciencia en el siglo XV, y el desarrollo de las ideologías del siglo XVIII – concepto contribuido por Marx- las políticas educativas en adelante, y la manera cómo hemos educado, se ha olvidado de la filosofía.

La filosofía y la teoría científica junta llegan a la conclusión que la persona es una totalidad integrada con una dignidad única (su ser). Separadas, no solo se reduce a ser un cientificismo deshumanizado, sino a romper el fundamento de la misma ciencia.

La persona no es una máquina de voluntades o conductas aprendidas. La persona no es solo emocionalidad. La persona no es una acumulación de pensamientos o criterios.

La persona es una totalidad integrada, que siente, piensa y actúa, en libertad. Es una unidad holística libre que tiene mente – consciencia y propósito de un ser para la sociedad, y merece desarrollarse en creatividad, pensamientos y acciones, con los otros en comunidad. Lo que significa que, a su vez, la educación se ha entendido sin considerar el campo de la ética y esta desvinculada a la metafísica antropológica- dimensión del ser – que lo hace valioso. La ética entendida como un decálogo de normas que debemos “cumplir” y no por reafirmación personal o convicción, ha sido mal entendida por la herencia kantiana, tras entender a la persona como un sujeto racional y con ello la educación se debe direccionar a la rigidez. “La letra con sangre entra” es un fundamento falso que heredamos para educar.

¿Cómo aprende el ser humano?

La filosofía – como madre de todas las ciencias – desde el pensamiento de Aristóteles, nos enseña que el ser humano es una unidad sustancial de alma y cuerpo, donde las facultades superiores (vs otros seres vivos), son la inteligencia, la voluntad libre y la dimensión afectiva de los sentimientos.

Lo que nos hace propiamente humanos es nuestra capacidad crítica del pensamiento frente al mundo y cómo nos conducimos en la vida, desde esa sensibilidad humana hacia los demás en el ejercicio de los valores humanos.

El hacer pensar sobre cómo podemos contribuir a mejorar el mundo desde nuestro rol y sentido en esta sociedad es muy importante, en el campo de la educación, como es importante educar en la sensibilidad de los valores.

La esencia de los valores es contribuir con hacer del ser humano, valioso. Los valores no dependen de apreciaciones subjetivas individuales, son objetivos, situados fuera del tiempo y del espacio. Los principales valores de los seres humanos giran en torno a: paz, amor, justicia, generosidad, diálogo, honradez, etc. Los valores se perciben por estimación y se aprenden desde el ejemplo del maestro, y no es una operación propiamente intelectual. Sino vivencial del despertar de la consciencia.

Sin duda, hay valores intelectuales, vitales, materiales, morales, estéticos y religiosos, pero es el valor del amor o el cariño al educando, lo que despierta en la persona, esa estimación hacia los valores principales.

Lo que significa que hay una jerarquía. Por ejemplo, para que las personas puedan tratarse con amor y respeto, es necesaria la paz.

Los valores pueden ser realizados, por medio de hábitos buenos y desde la repetición constante, haciéndose costumbre como bien lo explicó Aristóteles. Pueden ser descubiertos, en verlos reflejados en otras personas o incorporados por el ser humano, desde la reflexión.  

El descubrimiento, la incorporación, y la realización de los valores positivos constituyen pilares básicos de la tarea educativa.

¿Cómo hemos educado y qué debe lograr la educación en este siglo XXI?

Hacer pensar. Guiar el sentir. Orientar a la vida, desde la educación en valores.

Todavía se hace necesario trabajar en el enfoque de una educación integral que contemple a la persona, desde su yo individual para lograrse en un nosotros en comunidad. Diría yo, que hacen falta más docentes con autoestimas sanas, con más amor y paciencia para formar en valores positivos, que reflejen en su vida diaria la práctica de los mismos. La teoría se nutre con valores, las virtudes y amor al educando sigue siendo la esencia de la educación, para lograr sociedades con futuros líderes que influyan positivamente en cualquier campo. 

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