La consolidación de la deuda

Por: Christian Capuñay Reátegui

La corrupción parece ser un mal endémico en la sociedad peruana, a tal punto que son pocos los periodos de nuestra historia en que este fenómeno ha estado ausente. En las últimas décadas, hay varios ejemplos de cómo tal flagelo impregnó las altas esferas del país y llevó a diversos gobiernos a sufrir crisis políticas que aceleraron su desprestigio.

Es bueno tener presente, no obstante, que la corrupción no es un mal aparecido en los últimos años. Uno de los primeros casos bien documentado e investigado es el de la consolidación de la deuda que el Estado tenía en el siglo XIX con diversos personajes que le prestaron dinero o bienes para financiar la guerra de la independencia.

Como recuerda el historiador Carlos Contreras, durante tal periodo y en los años posteriores, el Perú padeció un gran desorden fiscal y financiero. Apremiado por gastos propios de la contienda bélica, el Estado se financió “de la forma más primitiva” embargando bienes o tomando préstamos gravosos.

En 1850, durante el gobierno de Ramón Castilla, se aprobaron las primeras leyes que permitían pagar la deuda gracias a los abundantes recursos del guano. Para ello, homologaron las diversas acreencias bajo un solo concepto y crearon un fondo único especial de donde saldría el dinero. El Estado aceptaba abonar siempre y cuando los acreedores probaran haber prestado dinero o bienes.

Debido a que la ley no fue rigurosa en la verificación, se presentaron muchos casos de reconocimientos de acreencias falsas, los cuales no hubieran sido posibles sin el dolo de los funcionarios encargados de analizar los expedientes.

Así, de los 5 millones de pesos de la época en que al inicio se calculó la deuda, esta pasó a aproximadamente a 23 millones de pesos durante el gobierno de José Rufino Echenique. El escándalo desatado generó investigaciones en el Congreso y a la postre el alzamiento de Castilla en 1854 contra Echenique.

En La deuda defraudada (1988), el historiador Alfonso Quiroz subraya que se trata de un caso notable de utilización de los fondos fiscales del guano para favorecer a un grupo de grandes comerciantes con capacidad para la presión política, en desmedro de mineros y hacendados empobrecidos y otros acreedores de provincia.

Al final, señala, además de perjudicar a los pequeños acreedores, los recursos se emplearon mal y sirvieron para incrementar la acumulación de los comerciantes y cimentar su creciente influencia en materia política y económica. Incluso, muchas de las grandes fortunas del azúcar y el algodón en el Perú de aquella época habrían tenido su origen en los pagos de la deuda.

Cuán importante es conocer estos episodios para tener presente que la corrupción es un mal que nos acompaña desde casi siempre y que desterrarla requerirá, no solo medidas efectistas, sino tal vez, un cambio más esencial en cada uno de los peruanos.

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