SIEMPRE TENEMOS QUE DAR GRACIAS (PRIMERA PARTE)

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

La vida es una sucesión de acontecimientos que parecieran haber sido dispuestos al azar. Aprendemos a lo largo de los años que gracias a la casualidad se pueden hacer realidad algunos de nuestros más caros anhelos y desarrollamos casi adictivamente un culto a la fortuna y al azar.

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Muchos de nosotros optamos por construir nuestras vidas idolatrando el dinero, el estatus social y las falsas apariencias y no entendemos que dicho estilo de vida solo puede generar incertidumbre, frustración, falsa seguridad y sentimientos de culpabilidad ante lo hecho.

Cada acto de la vida es maravilloso y por ello está enmarcado en paz, esperanza y bondad. Muchos de nosotros creemos que la vida es “un desierto de amor” y por consiguiente renegamos de la frase precedente. Afirmamos que el sufrimiento es la base del desarrollo humano y detestamos a aquellos que hablan de resiliencia y de compromiso existencial.

Hoy, las familias del siglo XXI experimentan una de sus crisis más grandes, la estructura considerada a lo largo de los años como la base de la sociedad claudica al caminar, esta siendo infravalorada por los sistemas capitalistas y consumistas, los compromisos entre varones y mujeres pasan a ser temporales y los hijos naufragan en un mar de incertidumbre, falta de afecto, soledad e insania mental. Los padres, los arquitectos responsables de la mayor obra encargada a un ser humano, el desarrollo de una vida, se hallan ausentes, según dicen “el trabajo y las responsabilidades económicas los han sustraído de sus deberes en el hogar” y siendo ésta nuestra nueva realidad yo pregunto: ¿dónde aprenderán nuestros hijos a desarrollar sus más variadas aptitudes?, ¿dónde aprenderán a tener paz y a dialogar consigo mismos?; ¿dónde lo harán?

El tiempo inexorablemente avanza y las luces de esperanza se van apagando en el camino de la existencia humana. Nos vamos sumergiendo sin saberlo en un ambiente de autodestrucción.

Sin saberlo, a diario muchos vienen construyendo un plan de desarrollo personal ajeno a la vocación de dar. Vivimos bajo las normas de una sociedad que busca esclavizar la conciencia humana y extrañamente lo permitimos bajo un nivel de complacencia no visto antes en la evolución social de los pueblos.

Nos estamos destruyendo a diario, esta es una gran verdad que, aunque parezca poco creíble no puede ser refutada. Te invito por un momento a que pienses y a que te interrogues ¿qué haces cada día? De seguro que enumerarás una serie de actos que logras realizar en un par de horas y luego, solo silencio, parsimonia y desencanto, ¡no hay más hechos que detallar!; de pronto lo notas, “hay un gran vacío en tu vida” y solo te queda aceptar que has estado despierto, pero dormido a la vez.

Y si te pregunto, ¿te has sentido a plenitud con aquellos actos que has logrado evocar? Posiblemente me dirás “algunas veces sí, otras no”.

Vivimos pocas horas conscientemente y aún así no podemos aprovecharlas a plenitud. Existimos veinticuatro horas al día, dormimos casi la tercera parte de este tiempo y el resto del tiempo lo mal empleamos. ¡Qué gran injusticia acometes contra tu vida!

Hermano mío, ¿por qué esa inconciencia constante de no vivir a plenitud?

Hermano mío, ¿por qué ese afán constante de destruir tu existencia?

Y tú me dirás ¡yo no estoy destruyendo mi vida!

Yo te diré, ¿acaso no es cierto que nunca duermes las horas que te corresponde dormir y acaso no es cierto que tu descanso no resulta ser placentero debido a que llevas tus problemas y tus miserias personales al maravilloso jardín del dormir?

Y te diré más:

 ¿Acaso no es cierto que a diario llenas tu cuerpo físico de una serie de sustancias nocivas como alcohol, cigarrillos, comida chatarra y altas cantidades de grasas trans?

¿Acaso no es cierto que vives una vida sedentaria en la cual desarrollas niveles altos de angustia e intranquilidad?

¿Acaso todo lo señalado anteriormente no es un acto de agresión constante hacia tu ser?

¡Nos vamos destruyendo poquito a poco y no nos damos cuenta!, nos vamos desangrando de aptitudes y capacidades cada hora del día y no les hacemos caso al clamor de nuestro ser que nos pide cambiar aquella decisión que un día nefastamente aplicamos a nuestro ser.

Y en un acto de ignonimia, y de ingratitud nos atrevemos a afirmar que la vida no es justa y que todo lo malo “me sucede siempre a mí”.

Pero hoy vengo a decirte que no es importante todo aquello que pensabas y sentías el día de ayer, no es importante si te has caído y si has seguido postrado, no importa si crees que nunca has aprendido algo o que no has amado a plenitud. Lo único importante para mí en este momento “es que estás vivo” y que con ella (la vida) podemos hacer milagros si así lo deseas, si optas por asumir este compromiso y por disfrutar estas mágicas vacaciones que nos han regalado en un planeta azul, lleno de vegetación y alegría que se llama Tierra.

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