Espacios públicos y cultura de paz

Por: Vania Dongo

REFLEXIONES

Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology el 2015 encontró que incluso breves períodos de tiempo en la naturaleza, sean bosques, parques o playas, disminuye los niveles de cortisol (hormona del estrés) y ansiedad; el mismo año, la revista Environmental Science & Technology halló una asociación positiva entre la exposición a la naturaleza y la salud mental, en una muestra de más de 10 000 personas en Inglaterra. Otra revista, en el 2008, Psychological Science, observó que exponernos a entornos naturales puede mejorar las tareas cognitivas y la capacidad de concentración. Es decir, el acceso a espacios que generan bienestar a nivel personal tiene una repercusión importante en la disminución de violencia social y conflictos. 

En un país donde por cada 100 000 habitantes solo hay 3 psiquiatras y diez psicólogos, según la Organización Mundial de la Salud, deberían ser un delito las limitaciones en el uso y acceso a las áreas públicas. Lima, la capital del Perú, tiene un déficit de espacios públicos, los cuales se distribuyen de manera desigual por distrito. Solo el 16.5% de la población está satisfecha con la cantidad de áreas verdes y árboles en la ciudad, de acuerdo con la información analizada por la ONG Lima Cómo Vamos. La insatisfacción aumenta en los sectores socioeconómicos más bajos, muchas veces las familias pueden llegar a viajar por horas para llegar a un parque de otro distrito para disfrutar y pasar un tiempo agradable.

El último año se han hecho más frecuentes las noticias de alcaldes limitando el acceso y uso de áreas públicas para sus vecinos, con cálculos políticos basados en disminuir aglomeraciones, cuidar el césped, ahorrar gastos de mantenimiento, no permitir que nadie incentive emprendimientos deportivos a costa de espacios públicos, y otras razones cada una más pequeña que la otra; sin embargo, viven preocupados por los conflictos vecinales, la inseguridad ciudadana, aumento de consumo de drogas y enfermedades derivadas de ciudades y entornos que estresan. Estas autoridades, al parecer, aún no han vinculado la multicausalidad generada por no tener un enfoque de salud mental comunitaria en sus actos.

Un espacio público puede hacer una gran diferencia a escala, porque el bienestar que genera en una persona luego impacta en su entorno familiar y la comunidad donde se desarrolla como ciudadano. El uso de plazas, parques, playas dan a las personas oportunidades de ser más felices y desarrollar un sentido de pertenencia. Además, generan la oportunidad de fomentar relaciones sociales sanas y permiten generar conexiones con personas de distintas generaciones e ideas, impulsan las economías locales y la responsabilidad cívica. Esta columna es un llamado a mirar los espacios públicos como el pilar de cualquier gestión, no solo como un logro político, sino también como la base de un impacto en el bienestar social, y si hay conductas que modelar en sus usos, la prohibición no es el camino, sino aumentar justamente aquí la presencia.

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