Una opción para la educación integral

Ana C. Galiano Moyano – Directora de la Escuela de Educación de la Universidad Católica San Pablo

Comprender los fundamentos de la educación nos permite entender cuál es el fin que esta persigue. Actualmente, a la hora de educar ¿buscamos éxito, utilidad, transformación, revolución? Responder esta pregunta nos mostrará qué tipo de educación estamos brindando. Frente a los diferentes retos —sobre todo ideológicos— que la pedagogía actual nos presenta, tomar un posicionamiento pedagógico, y ser conscientes de las implicancias que tiene, es una acción necesaria.

La pedagogía, como disciplina, es una ciencia práctica que estudia la educación y, por tanto, formula leyes para su desarrollo. Sin embargo, esta ciencia explica los supuestos a partir de conceptos que se explican desde la filosofía, tales como fin, fundamento, persona. La forma en que entendamos estos conceptos, nos indicará cuál será el posicionamiento que tomaremos. De allí que García Hoz, al hablar de las máscaras de la educación, plantea “la complejidad y también, por qué no, la dificultad de la educación”.

Ahora bien, ¿queremos que nuestros estudiantes sean exitosos pero sin sentido de justicia? ¿Pretendemos ejercitar su inteligencia pero sin relación con los afectos? ¿Esperamos que tengan buena voluntad pero sin capacidad para ver la realidad correctamente? Seguramente la respuesta es no, porque todo educador desea que sus alumnos desarrollen el máximo potencial que poseen y logren la plenitud en su vida. Para ello, es necesaria una verdadera educación integral, que atienda todas las dimensiones de la persona, siendo conscientes de sus relaciones y particularidades.

En los embates de la pedagogía actual, un posicionamiento acorde a una educación integral es la pedagogía realista. Francisco Muscará señala que si la educación quiere ser integral, debe auxiliar al hombre para que logre su plenitud en toda su realidad, es decir, o desarrolla la totalidad de la persona o esa educación será incompleta y desintegradora del hombre.

Justamente, la pedagogía realista permite entender la realidad antropológica del educando y comprender la necesidad que tiene de ser educado, descubriendo su compleja realidad humana y atendiendo a subordinar el fin de la educación al fin de la vida humana.

Entre sus múltiples beneficios encontramos la valoración del contenido sobre los métodos, el contacto con la realidad, la adecuación de la enseñanza al educando y sus particularidades, el deseo de saber, el desarrollo de hábitos virtuosos, la admiración y asombro frente a las cosas, la permanente búsqueda del bien, la belleza y la verdad.

Es tarea de las universidades y de quienes nos encargamos de la formación docente, entonces, reivindicar esta opción pedagógica como aquella que nos muestra el camino para alcanzar el verdadero sentido de la educación, que no es otro que lograr el “estado perfecto del hombre, que es el estado de virtud”, como señalaba Tomás de Aquino. Al menos por ahora, la pedagogía realista nos arroja luces para caminar por allí.

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