La ética nace en casa

Illian Hawie – Unidad de Integridad Institucional del IGP

De niña aprendí de mis padres los valores que me formaron como ser humano, recibí de ellos una herencia genética, ética y cultural. Si queremos combatir la corrupción, ¿no será que el rumbo emprendido está apuntando a un escenario limitado?

 En la reciente encuesta de noviembre del 2023, aplicada a los servidores civiles del Instituto Geofísico del Perú, se les consultó sobre dónde adquirieron los principios o valores éticos que consideraban más importantes, el 96% respondió que de sus padres o en su entorno familiar, solo un 1% del sistema educativo.

Por otro lado, las políticas públicas han creado mecanismos para prevenir y enfrentar el fenómeno de la corrupción a nivel punitivo, enfocándose en las consecuencias de esta, no en el origen, quizás por ello no hemos obtenido los resultados esperados. Prueba de eso es el reciente Estudio prospectivo sobre los derechos humanos en el Perú, realizado por el Minjusdh y Ceplan, que refleja una tendencia persistente de la corrupción, que contribuye significativamente a la desigualdad y la discriminación, debido al desvío de recursos públicos destinados a garantizar derechos, que nos afecta a todos en conjunto y de forma directa y desproporcionada a las personas en situación de vulnerabilidad, privándolas del acceso a servicios y oportunidades fundamentales para su desarrollo sostenible.

Considero que si queremos lograr un país en el cual se respeten realmente los derechos de todos y todas, debemos sincerarnos y reflexionar más allá del lamento nacional sobre la corrupción y profundizar en el origen de esta, desde todos los frentes, empezando por el frente interno de nuestras propias familias.

¿Qué hacemos en casa para enfrentar la corrupción? Los padres/madres solo tienen una oportunidad, la infancia, para inculcar en sus hijos valores y formar en ellos/as la consciencia ética que les acompañará toda la vida. A través de la autoridad y el afecto pueden moldear el inconsciente de sus hijos/as, enseñarles el control de sus deseos e impulsos, estableciendo patrones de comportamiento culturalmente aceptados y saludables para ellos mismos.

Los/las padres/madres que enseñan a sus hijos/as a actuar con responsabilidad y aceptar las consecuencias de sus acciones, a pensar con lógica, a dialogar con empatía y a resolver sus conflictos internos entregan a la sociedad un ser humano con lo necesario para relacionarse de forma democrática con los demás. Esta persona no tendrá dudas sobre el cumplimiento de la ley y las normas de convivencia para el logro del bienestar social, no recurrirá a la violencia ni a la discriminación y sabrá que su derecho termina donde comienza el derecho de la otra persona. Entenderá que es necesario saludar, agradecer, esperar su turno, respetar la luz roja, ser coherente entre lo que dice y lo que hace, en otras palabras, la ética nace en casa.

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