Artística elegancia
Por Fátima Carrasco
“La belleza otorga a la mujer una perspectiva desde la que puede juzgar y escoger (…) Ni la inteligencia ni la experiencia pueden igualarla”, escribió la filósofa Hannah Arendt. Mina Gertrude Lowry, alias Mina Loy (1882 -1966), hija del judío húngaro Peter Lowry, personificó la belleza, la inteligencia, la experiencia y el talento, además. Estudió pintura en Munich en 1899 con Angelo Jank y al año siguiente, en Inglaterra, con Augustus John.
El 31 de diciembre de 1903 se casó con Stephen Haweis —un inglés triste, según una amiga de Loy— con quien tendría tres hijos: Oda Janet (1903-1904), Joella Sinara(1907-¿?) y John Gillers (1909-1923).
En 1906 se trasladaron a Florencia y siete años después se separaron. Loy tuvo affaires con Giovanni Papini y con Filippo Marinetti y como era previsible, renegaría de tan retrógrados apóstoles publicando su Manifiesto Feminista, en respuesta al Manifiesto Futurista.
En noviembre de 1916 Loy se fue a Nueva York, donde ya era conocida como portavoz de la vanguardia, poeta experimental y radical intelectual.
Admirada por T. S. Eliott, amiga de Marcel Duchamp y Man Ray, fue actriz principal, junto al poeta William Carlos Williams en la obra “Lima Beans”, de Alfred Kreynborg, del grupo de la Galería 291, donde el prestigio de Loy creció a tal punto que el New York Evening Sun, en su edición de 1917 la eligió como modelo de la mujer norteamericana moderna.
En 1918 se casó en México con Arthur Cravan, el digno —y excesivo— sobrino dadá de Oscar Wilde, desaparecido ese mismo año en el golfo mexicano.
Al respecto, William Carlos Williams escribió en sus memorias: “Loy se quedó en la costa, embarazada, mirando la pequeña embarcación hasta que se perdió de vista. Durante años creyó que volvería a verle”.
Su hija Jemina Fabienne Cravan nació en 1919. Un año después, Loy viajó a París y en 1923 se estableció allí con sus tres hijas, con quienes hacía pantallas de lámparas en el taller de la avenida du Maine 21, que Peggy Gugenheim vendía en la tienda de Loy en la rue du Coliseé.
Mc Almon, uno de sus amigos expatriados en París, publicó allí “Lunar Baedecker”, el primer poemario de Loy, que escribiría “Lunar Baedecker and Time Tables” y “The Last Lunar Baedecker”.
Loy fue la mejor y más inteligente amiga de la difícil Djuna Barnes, quien la acompañaba con sus hijas a un café donde conversaban mientras Loy hacía crucigramas. Ella es el único personaje heterosexual que aparece en la novela alegórica “Ladies Almanack”, que Djuna Barnes dedicó a su mecenas Natalie Barney.
Cuando Djuna Barnes regresó a Nueva York en 1930, en pleno bache económico, la siempre sensata y ecuánime Loy se ocupó lealmente del departamento parisino de su amiga —facturas incluidas.
Seis años después regresó a Nueva York, donde mantuvo poco contacto con sus amistades. Solitaria por elección —por predilección, más bien— y vanguardista innata, hacía collages con deshechos recogidos de la calle. Sus últimos trece años de vida los pasó junto a sus hijas.
Loy, la cabeza mejor amoblada de su época, jamás quiso autopromocionarse. No le interesaba ser reconocida, famosa y/o popular. Sus radicales principios éticos y artísticos consistieron en despreocuparse de la opinión ajena, valorando la intimidad y la capacidad creativa. Ni siquiera asistió a una exposición en su honor en Nueva York, en 1958.