Luchar contra el crimen desde el periodismo

Por: Ricardo Montero

En el mundo mueren más personas por homicidios que por conflictos armados y terrorismo combinados, con un promedio de 52 víctimas por hora, casi uno por minuto, concluye el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2023 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Atribuye este problema, en parte, a las consecuencias económicas del covid-19 y a un aumento de la delincuencia organizada y de la violencia sociopolítica y relacionada con las pandillas.

En el caso del Perú, la tasa de homicidios en el 2020 fue de 5.8 por cada 100 000 habitantes, según la información publicada por el INEI en su calidad de presidente del Comité Estadístico Interinstitucional de la Criminalidad (CEI).

Uno de los aspectos que más debería preocuparnos respecto a este tipo de crimen es que de las 1903 muertes violentas asociadas a hechos delictivos dolosos registradas por el INEI en el 2020 (aún no hay datos oficiales al 2023), el 34.2% pertenece al grupo compuesto por personas de entre 15 y 29 años, y el 5.2% a menores de 15 años de edad. Esto significa que de cada 10 homicidios en el país, cuatro afectan a personas menores de 30 años de edad. En simples y dramáticas palabras, nuestra juventud está cercada por el crimen organizado y otras manifestaciones de violencia.

Diariamente los peruanos nos preguntamos cómo enfrentar y derrotar a la criminalidad, esta epidemia de la delincuencia que está destruyendo a nuestra juventud. Es indiscutible que corresponde a las autoridades resolver esta interrogante, aunque es innegable que todas las organizaciones de la sociedad deben involucrarse en esta tarea, entre ellas los medios de comunicación.

Al periodismo le toca investigar con responsabilidad y ética al crimen organizado, identificar áreas de alto riesgo, exponer las redes criminales y los peligros de sus actividades. Su labor fundamental es indagar profundamente las causas, consecuencias y posibles salidas del entrampamiento en que nos encontramos.

Frente a la agudización de la situación, el periodismo debe desplegar reportajes, podcasts, campañas en redes sociales y otras herramientas de comunicación para advertir, por ejemplo, cuáles son las consecuencias legales y sociales del involucramiento en actividades criminales, y qué alternativas positivas están disponibles para los jóvenes.

Al profundizarse en la complejidad de la situación, se evitaría sensacionalizar la violencia, glorificar o legitimar el comportamiento criminal y difundir soluciones simplistas que pueden agravar el problema; a la par, se podría destacar las iniciativas comunitarias y los programas de prevención del crimen que tienen éxito en involucrar a los jóvenes y brindarles oportunidades positivas. Al destacar historias exitosas y modelos a seguir en la comunidad, los medios pueden inspirar a otros a unirse a la lucha contra la violencia juvenil y el crimen organizado.

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