¿Puede un libro ser obsoleto?
Por Fátima Carrasco
Libros viejos
Según el letrero de una biblioteca municipal barcelonesa, sí.
Por la módica suma de 2 euros, en la mesa de libros merecedores de semejante calificativo se hallan —entre otros: la Crónica de un viaje por Suramérica hace setenta años de un aldeano guipuzcoano, La pasajera de la noche -de Alonso Cueto – entre literatura infantil y juvenil.
El ¿ofensivo? ¿desafortunado? letrero de Libros obsoletos persiste en el tiempo, pese a la reclamación de un lector a los bibliotecarios.
Otra biblioteca municipal más atenta a la sensibilidad de letraheridos, exhibe en la mesa de libros desechados un diplomático letrero: Damos una nueva vida a los libros: Market de libros a 2 euros.
Dietario voluble -de Enrique Vila Matas es uno de ellos.
Desechados hallé en el pasado cercano, en una biblioteca -gratis!- a Iván Goncharov, Bryce Echenique, Mijail Sholojov, Kafka, Turguéniev, Vargas Llosa, Henry James, Wilkie Collins.
Un máximo de 3 libros diarios gratis puede llevarse un bibliófilo de los locales de reciclaje municipal. En estanterías metálicas negras-siempre a la entrada-apartados de bolsas con ropa, juguetes, enseres y frascos de aceite refrito, abundan títulos cuya publicación escapa a mi entendimiento, junto a joyas literarias olvidadas e inexistentes en catálogos de librerías y bibliotecas.
Entre los bibliófilos hay más pareceres que días: unos rebuscan incansables entre viejunos volúmenes. Otros se abstienen, convencidos de que los libros usados guardan vibraciones presuntamente negativas («yo no soy supersticioso porque trae mala suerte»). Según el Feng shui, incluso los libros nuevos deben guardarse lejos del dormitorio, en un armario con puertas que no sean de vidrio, no para preservarlos del polvo y la humedad, sino para evitar que las preguntas vibraciones afecten al feliz lector» yo no soy aprensivo para nada»).
Otra opción son librerías siempre céntricamente ubicadas que venden obras de segunda mano de reciente publicación (Patrick Modiano o Irene Nemirovsky por 4 euros, o libros al peso (5 euros el kilo).
O periféricos locales que venden todo lo habido y por haber – esquíes, un retablo ayacuchano por cuatro euros (¡si los retablos hablaran!) un acordeón – y libros de toda clase a precio único -1 euro. Un vistazo por las estanterías es no sólo un viaje espacio-tiempo, sino una lección de sicología, antropología y/o sociología: como cualquier humanoide, también los bibliófilos somos en distintas medidas víctimas de la moda- literaria, pero moda. ¿Alguien recuerda a Pearl S. Buck, A.J. Cronin, Morris West, Vicky Baum, Jacqueline Susan?
Así, la búsqueda de obras interesantes según mi personal criterio entre innumerables estanterías es larga y exhaustiva. Abundan libros que no me llevaría ni regalados – centenares. Y títulos y autores que se repiten ad infinitum, de indiscutible e incuestionada popularidad: Cela y García Márquez. Así, no fue Don Quijote de la Mancha quien proliferó en las bibliotecas personales peninsulares del pasado siglo, ni los inconmensurables Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, que brillan por su ausencia, sino “La colmena” (y su rancia atmósfera) y la desmesurada “Cien años de soledad”.
¿Somos lo que leemos?, me pregunto al salir con mis recientes adquisiciones (Turguéniev, Henry Troyat, P.J. Wodehouse, Anatole France, Scott Fitzgerald, Gorki, Lajos Zylahi).
hola amigos de diario el tiempo, soy reportero de prensa y escritor, llevo 10 años viajando por Sudamérica
es clave tenerlos siempre y hoy en la actualidad tenemos la visibilidad de la literatura antigua que puede mostrar a través de sus redacciones las historias que quedaron en el pasado estan en el presente y cambiarlos habitos de lectura atravez de vuestra plataforma,gracias al pueblo!
Buen día. Ahora que las redes publican acerca de historia no conocida, sería conveniente solicitar a coleccionistas puedan concedernos la posibilidad de obras que no han merecido difusión. Hay una inmensidad de publicaciones, lo ideal sería que los propietarios la faciliten para conocimiento público.