Transformar nuestros sistemas alimentarios
Por: Delia Haustein
Dos años y medio después, el balance es poco alentador porque el Perú es uno de los países con mayor inseguridad alimentaria en la región y esta crisis tiende a agudizarse. A ello se suma la alta prevalencia de la desnutrición crónica infantil en zonas rurales, elevadas tasas de anemia en niños menores de 36 meses y en mujeres en edad fértil, incremento de sobrepeso y obesidad, y alto consumo de alimentos ultra procesados, como resultado de un sistema alimentario deficiente, insostenible para el planeta y perjudicial para la salud.
Si bien el país muestra una hoja de ruta para lograr un sistema alimentario sostenible, los problemas persisten y empeoran con el alza de precios, y con fenómenos climáticos como lluvias intensas, inundaciones y sequías, que afectan la disponibilidad de alimentos para los consumidores y perjudican principalmente a los pequeños productores.
Según el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” del 2023, publicación anual de la FAO, FIDA, OMS, PMA y Unicef, en el 2022 padecieron hambre en todo el mundo de 691 millones a 783 millones de personas, lo que representa 122 millones más que en el 2019, antes de la pandemia. También indica que, en ese mismo año, 16.6 millones de peruanos enfrentaban inseguridad alimentaria, el doble de la situación prepandemia.
Estas cifras son resultados de factores diversos, como aumento de la pobreza y el cambio climático, pero los más predominantes son las características de nuestros sistemas alimentarios, razón por la cual es consenso mundial impulsado por Naciones Unidas la transformación de estos sistemas alimentarios para hacerlos más sostenibles y que contribuyan a la alimentación saludable de las personas.
Cuando hablamos de sistemas alimentarios, nos referimos al entorno, personas, instituciones y procesos que permiten la producción, transformación, distribución, preparación y consumo de alimentos, que, sumados a la economía y conocimientos de los consumidores, influyen en la disponibilidad y el acceso a alimentos, y en la capacidad de la gente de elegir dietas saludables.
Nuestros actuales sistemas alimentarios tendentes al monocultivo, al elevado uso de productos químicos, el comercio internacional que promueve la importación y exportación de alimentos a lugares distantes dejando grandes huellas de carbono e hídricas, deben transformarse por ser insostenibles y responsables en gran medida del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
Además, generan alto desperdicio de alimentos e incremento del consumo de productos ultra procesados que tienen aditivos y enormes campañas de marketing, y están empeorando la preocupante situación de doble carga de malnutrición y el consecuente aumento de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes, hipertensión y cánceres.