ESTOY AQUÍ Y HE VUELTO A NACER (segunda parte)

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

A lo largo de cada una de sus existencias cada uno de los seres que pueblan el mundo nos regalan actos, aciertos y fracasos para ser mejores que ayer.

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

No existe una sola razón para entristecerse y para llorar de frustración; cada caída, como ya lo he demostrado a lo largo de todo este viaje es una nueva oportunidad para levantarnos y para acercarnos a nuestros sueños. Si te centras en disfrutar este solo momento y asumes este compromiso por un tiempo que no tiene fin, lograrás algo que es muy valioso: gozar de tu sonrisa y dibujar un mundo de esperanzas en tu semblante de paz.

Aquel que disfruta la vida no le presta importancia alguna a los momentos de desazón, que nacidos desde nuestro recuerdo más remoto buscan alejarnos de nuestra nueva meta: la realización personal.

Estoy aquí y he vuelto a nacer gracias a tus palabras, a tus disgustos y gracias a aquellas heridas que un día casi hacen desfallecer mi cuerpo y fe. Estoy aquí y estoy feliz de estar vivo gracias a tus esfuerzos y al cariño y al tiempo de entrega de mi familia.

No tengo nada de qué quejarme, vida, no tengo nada que protestarle a Dios. Todo suceso en mi vida tiene una explicación clara. La vida no está llena de casualidades, todo es causal y ahora he abierto mis ojos y he unido todas las piezas del rompecabezas de mi existencia y lo entiendo todo, hay que sufrir para gozar, hay que caerse para soñar y hay que llorar para deleitarse con la sonrisa de un niño y para poder cantar.

¡Mi vida, que un día consideré como gris, había estado llena de colores y no me había dado cuenta de ello!

Solo me queda agradecerte por tu tiempo y afecto, por las enseñanzas de tu ausencia y por los gritos de dolor de tus caídas. Si no hubiera sentido todo eso no estaría en el lugar donde estoy y no hubiera podido compartir todas estas oraciones de amor.

Ahora, abrígate, hace frío afuera. Abrázate muy fuerte y regálate todas las palabras de amor que nunca pudiste regalarte. No sientas vergüenza de nada. Solo disfruta y siente aquel grande e inmenso amor que te profesas a diario y que nunca pudiste reconocer a plenitud, como lo haces hoy.

Despierta a la luz de la esperanza, reencuéntrate con el latido del corazón sincero, llora un momento para recordar que puede haber dicha en derramar lágrimas y en cultivar bienaventuranzas. Corre y salta, hazlo de aquí para allá. Eres libre para hacer todo lo que desees hacer, siempre que esos actos estén llenos de bondad.

Recuerda algo más, tu pasado es la biblioteca emocional más grande que hay en el mundo, cada vez que busques la respuesta a una pregunta nunca te olvides de buscar en sus páginas llenas de tiempo y de emoción. Tu pasado y tu presente son todo lo que tienes y significan muchas cosas más: son esperanza, sentimientos de compromiso y alegorías de gozo, bases para tu bien y realización.

Recuerda, Dios siempre te dará lo que pides, aunque tiene una forma muy especial de dar lo solicitado. Él nunca te exigirá algo que no puedas lograr; te conoce, te ama, te regaló la vida basada en libertad y esperará pacientemente el día en que vayas a volver junto a Él para contarle lo que lograste hacer y Él, como el Padre Nuestro bueno siempre te abrazará y como el padre del hijo pródigo te llenará de bendiciones, pero sabes algo más, Él siempre ha estado amándote y cuidándote desde el primer día que pensó en ti.

Si Él confía en ti. ¿Habría una razón valedera para qué desconfíes de tus actos, de tu sentir y de tu vida?

¿VERDAD QUE NO HAY RAZÓN?

Estamos aquí para vivir, para gozar, para regalar detalles, para compartir frases de amor, para renacer, para sentir el sol cada día como si fuera la primera vez y, en fin, estamos aquí para dar y para agradecer este regalo milagroso que es la vida.

Todo esto es la felicidad. Solo hay que sentirla. No hay que tener miedo a vivir ni a llorar ni a sufrir. Todos somos uno y este espectáculo del ocultarse del sol en el mar me lo ha vuelto a recordar. Somos maestros y constructores de esta vida.

Nos faltaron muchas cosas por vivir. Nuestra infancia y/o adolescencia no fueron quizá lo que hubiéramos deseado que fueran, pero “todo eso ya pasó”. No tuvimos gratas emociones y nos perdimos tantas alegrías. El mundo nos obligó a vivir de un modo que, de propia voluntad, nunca hubiéramos deseado hacer realidad. Vivimos tantas experiencias de dolor, de frustración e imposición que borramos de nuestra mente el sentimiento “alegría”.

Hoy hemos vuelto a nacer. ¡Disfrutemos cada momento! Hemos vuelto a nacer y ya no existen deudas con el tiempo que pasó. Nuestra época feliz, nuestra niñez, ha finalizado ayer y hoy comienza todo, ahora somos cuerpo y alma comprometidos para siempre a fuerza de amar, a fuerza de nacer nuevamente, y, sobre todo, de creer.

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