La tiranía de Scopus y Wos

Por: Rubén Quiroz Ávila

Ya no importa, para algunos sumamente diestros en producir artículos por peso, en investigar cualquier tema. Es decir, el horizonte ético ha quedado sometido a la elaboración industrial de los papers y, encima, enorgullecerse de ello. Como si no importara el impacto de la investigación en mejorar las condiciones del país o, incluso, que sean conocimientos pertinentes para las organizaciones ante los cuales responden. Se ha impuesto el modelo de que lo importante es escalar en el ranking, sin controles de integridad científica, y que deben ser en revistas que sean reconocidas por los ya célebres Scopus y Wos.

La ciencia pasó a estar sojuzgada, cuando menos la que circula en estos catálogos, bajo los formatos determinados por estas compañías privadas globales. Lo paradójico es que el conocimiento producido por los científicos es acumulado en revistas con este tipo de indexación y, a la vez, estos accesos son comerciados periódicamente a las organizaciones, como universidades y centros gubernamentales de ciencia. Venden lo que los científicos han producido con recursos de sus organizaciones de origen. Se mueven cientos de millones de soles solo para acceder un conjunto de revistas que son producidas por la propia comunidad. Es, en la práctica, una forma de coacción ya que si no compras el carísimo servicio, las instituciones se complican en establecer medidores de sus avances en investigación. Claro, hay otros factores que pueden ser incorporados en la medición de resultados; sin embargo, poco se trabaja en ello, obnubilados por un sistema que ha impuesto sus parámetros y a la vez es un inagotable fagocitador de recursos.

Acabamos de ver en el caso peruano que esa demencial carrera por producir sin control estalló en una andanada de trampas, malas prácticas y acciones delictivas en las que algunos seudocientíficos aprovecharon para acumular bonos financieros a diestra y siniestra. Aún los resultados de las investigaciones administrativas y políticas están por verse y, con ello, detectar la capacidad de resiliencia de nuestra comunidad científica. Sin embargo, la ciencia ha sido atacada, herida, subestimada. Por eso, algunas de las mejores universidades del mundo han decidido no someterse más a Scopus, Wos y análogos, ya que perciben que es una distorsión del trabajo científico. Además, estas instituciones líderes abogan por el acceso libre. Este asunto, como es obvio, no es conveniente para un sistema internacional empresarial poderoso que factura por permitirnos revisar lo elaborado por nuestros pares.

Esta batalla por reencauzar la ciencia a sus orígenes éticos se enfrenta al paradigma que prefiere comerciar. Algunas instituciones mundiales han dado los primeros pasos para deshacerse de la tiranía de los sistemas que determinan qué es científico y qué no. La pelea será larga. Pero valdrá la pena.

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