MES DE MARÍA

Por: Javier Del Río Alba

Esta semana comenzamos el mes de mayo, mes de la Virgen María. Madre de Dios, María es también Madre nuestra porque Jesús nos la entregó como Madre en la Cruz. No se trata de un título meramente decorativo, sino que los católicos sabemos, por propia experiencia, que realmente la Virgen María ha participado de una manera especial en la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, ha sido coronada por Dios como Reina de todo lo creado y, como una buena madre, está siempre atenta a las necesidades de sus hijos. Por eso, desde hace largo tiempo la Iglesia dedica especialmente este mes a reflexionar y contemplar ese gran misterio de amor que Dios ha realizado en la Virgen María y, a través de ella, en nosotros.

La Virgen María tuvo la gracia de llevar a Jesús en su seno, darlo a luz, tenerlo bebito en sus brazos, darle de lactar, educarlo y cuidarlo durante su infancia y juventud. Tuvo también la gracia de ser su primera discípula, la primera en reconocer en ese niño, en ese joven y en ese hombre al Hijo de Dios vivo. En consecuencia, María fue la primera y más fiel seguidora de Jesús, hasta acompañarlo a los pies de la Cruz. Cuando los apóstoles lo abandonaron, cuando todos se dispersaron, Ella, con su corazón traspasado como por una espada de dolor, se mantuvo firme en la fe sabiendo que la historia no terminaba en la Cruz ni en el sepulcro. Mujer de esperanza, la Virgen María fue quien volvió a convocar a los apóstoles y los reunió en el Cenáculo. Y, como dijo hace años el santo Papa Juan Pablo II, María fue la primera testigo de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Cuando, terminado el curso de su vida en la tierra, María fue llevada en cuerpo y alma al Cielo, no abandonó su participación en la misión salvífica de Jesús sino que continúa procurándonos, con su múltiple intercesión, los dones de la salvación eterna. Dios la ha constituido mediadora de todas las gracias, es decir, de todo aquello que necesitamos para ser verdaderos cristianos, vivir santamente en este mundo y alcanzar la vida eterna. A su protección nos acogemos y la invocamos como Auxilio de los Cristianos, Refugio de los Pecadores, Consoladora de los Afligidos y con otros títulos que reflejan los favores que de ella han recibido los hombres a lo largo de los siglos. En Arequipa, además, la invocamos como nuestra Mamita de Chapi y gozamos de su especial protección, ya que ella está íntimamente vinculada a nuestra Región porque la fundación de nuestra ciudad capital se realizó justamente un 15 de agosto, día en el cual la Iglesia celebra la Asunción de la Virgen María al Cielo.

Por eso, en este mes de mayo, además de reflexionar, contemplar y celebrar a la Madre de Dios, los invito también a presentarle sus necesidades, con la confianza con la que un hijo acude a su mamá. Pidámosle que proteja a nuestras familias, que en todos los hogares reine la comunión, que los esposos vivan unidos, que los niños crezcan cuidados y bien educados por sus padres, que los jóvenes no se dejen engañar por los ídolos de este mundo, que los ancianos se sientan acogidos por sus hijos y nietos, y que haya paz en las naciones.

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