El problema está en la política
Por: Christian Capuñay Reátegui
La calificadora internacional Standard & Poor´s bajó la calificación del Perú de BBB a BBB-. Lo que parece un tecnicismo poco comprensible para algunos sectores, es en definitiva una mala noticia para el país. Significa, a grandes rasgos, que ya no somos tan confiables como antes, especialmente desde el prisma de los inversionistas, en comparación con naciones que ostentan calificaciones más positivas.
La agencia internacional atribuyó la baja puntación del Perú a la “persistente incertidumbre política”, a la “fragmentación del Congreso” y al “limitado capital político” del Gobierno, el cual le impediría poner en marcha medidas para consolidar el crecimiento.
El principal escollo que enfrenta en la actualidad la economía peruana para recuperarse completamente está en la política. Si tenemos en cuenta los últimos acontecimientos en ese ámbito, no debería sorprendernos que las agencias internacionales nos evalúen con pesimismo.
Qué puede esperarse si la institucionalidad viene siendo afectada de forma constante por algunos sectores más interesados en velar por sus intereses políticos. Lo que viene sucediendo en el Ministerio Público, en la Junta Nacional de Justicia (JNJ), en el Tribunal Constitucional (TC), entre otros, sin duda es considerado por las calificadoras para efectuar sus balances y, por ende, no debería sorprendernos el pronunciamiento reciente de Standar & Poor´s. Por el contrario, es muy posible que, así como vamos, más agencias calificadoras pongan una nota similar.
La crisis que padecemos en la política nos está pasando una factura cada vez más alta y un riesgo por tener en cuenta, como señalan expertos, es que, de continuar la situación por la misma senda, resulta probable que cualquier esfuerzo gubernamental por dinamizar la economía tenga efectos muy limitados. Es decir, las medidas que cualquier gobierno apruebe pueden ser las mejores, pero no lograrán su cometido porque ahí estará la política dándonos un nuevo escándalo para aumentar la desconfianza de los inversionistas.
Es inútil responsabilizar a la derecha o a la izquierda. Los responsables de esta degradación están en ambos espectros. Incluso podríamos considerar responsable a gran parte de la ciudadanía que observa con pasividad cómo se va afectando la institucionalidad y la democracia.
Debemos exigir que esta situación termine por varias razones de fondo. Una de ellas, sin duda, es la urgencia de cautelar la buena salud de la economía y evitar que continúe perdiendo el vigor que hasta hace unos años mostraba.