CAMINO A NUESTRO MUNDO INTERIOR (PRIMERA PARTE)

Por: Dr. Juan Manuel Zevallos Rodríguez

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

La brisa de la playa aligera el peso de mi cuerpo en este viaje por los senderos no descritos de la vida. Contemplar el mar es una tarea diaria, es un compromiso con mi vida y con el latido de mi corazón. Pero, ¿qué saludable puede tener sentir la brisa del mar recorrer mi rostro, mis brazos y mi alma? Pues tiene mucho valor. Sentir la brisa es como sentir todo, el mundo que gira alrededor mío, las palabras de los seres queridos, los sentimientos de cada flor y el latir del corazón de cada criatura que vive en nuestro planeta. Pero ¿por qué sería importante todo ello?. Por mucho.

La vida es un todo. Cada persona que vive en este planeta llamado Tierra es una parte de un todo más amplio, de una sociedad, de un cuerpo. Cada uno de nosotros desempeña una labor, muchas veces insignificante, otras de importancia vital- y cada una de las cosas que hacemos, tarde o temprano, influirá en el funcionamiento del cuerpo llamado planeta Tierra.

Tu pensamiento es valioso, si es constructivo; si está lleno de dones, es mucho más valioso todavía. Si tus pensamientos son destructivos, son nocivos para tu interior y lo serán también para el mundo que te rodea. Somos parte de un todo, recuerda: lo que piensas te ayuda a vivir o te mata, lo que piensan los demás también influye en tu destino final.

Hasta aquí la primera gran lección: somos partes de un todo.

Si quisiéramos comparar este sistema con nuestro cuerpo físico, algunos seríamos células del cerebro, otras células del corazón y otras de los huesos. Cada uno de nosotros tiene una misión distinta, cada uno es importante por sí mismo y más importante por la labor en equipo que realiza. Si una de las células falla en la información que debiera transportar, nuestra salud se vería afectada quizá de un modo mínimo, pero nuestra salud se verá afectada de forma significativa si muchas células transportan información inadecuada o si cumplen de modo deficiente su función. Si el problema es mínimo tendremos molestias poco significativas, pero si el error es mayor y el equilibrio corporal se rompe, entonces el desenlace será una enfermedad.

La acción conjunta y negativa de muchos seres de nuestra sociedad va dañando nuestra seguridad, equilibrio y paz; altera el funcionamiento de muchos seres de nuestro entorno y, por supuesto, daña de modo capital a aquel que los genera. Cambiar nuestra forma de ser es complicado y cambiar a una persona distinta a nosotros es mucho más complicado. Para muchos, dicho desafío se vuelve una tarea de titanes, más aún si dicha persona no asume un compromiso personal de cambio.

Muchas veces nos quejamos de esas personas, de las que hacen daño. Las llamamos terroristas, pandillas bravas, lacra social o escogemos denominarlas de un modo distinto de acuerdo a nuestro uso personal o costumbre social. El hecho es que las vemos grandes instituciones que dañan a la sociedad, nos sentimos ofendidos por su conducta y nos rasgamos las vestiduras ante sus nocivos actos en contra de la sociedad.

Es cierto, existen seres que actúan con maldad significativa y consciente en contra de sus prójimos, ya sea por razones personales, religiosas, económicas, de poder u otras formas de imposición de ideas o de actos. Su actuar desde todo punto de vista es censurable y en esencia negativo, pero yo vengo a decirte que esas personas no son las únicas que se dañan así mismas y perjudican su entorno. Dentro de ti existe también una persona llena de violencia, de intolerancia y que hace daño con sus actos. El problema es que no nos fijamos o muchas veces nos negamos a darnos cuenta que cada uno de nosotros es un ser violento o agresivo y que todos cometemos muchas veces actos que dañan la seguridad, el equilibrio y la paz de las personas que nos rodean.

Cada uno de nosotros, con nuestros actos de violencia, intolerancia, segregación o imprudencia, lastimamos de un modo mínimo pero la mayoría de veces de forma constante. Lastimamos prioritariamente por ser impulsivos, por actuar antes de pensar y porque a lo largo de muchos años hemos sido negligentes con nuestra educación emocional.

Hoy no he venido a hablarte de paz, he venido a decirte que puedes cambiar, que puedes ser una persona distinta, una persona auténtica y a la vez distinta a lo que eres actualmente. Hoy vengo a decirte que, si tú cambias, el mundo cambiará en tu entorno. Con una actitud personal distinta podrás cambiar a las personas de tu entorno, esa es una gran verdad, con paciencia y tolerancia podrás lograr mucho por los seres que amas y por aquellos que te rodean.

Uno puede cambiar, eso es claro, pero ¿si yo cambio mi actitud, los demás también cambiarán? Muchos dirán que eso es un imposible, yo vengo a decirte que todo ello puede ser realidad. Tú te preguntarás ¿si no existe un compromiso, una voluntad férrea y un deseo de superación, cómo puede una persona distinta a nosotros cambiar? Bueno, nada es imposible en el mundo, una acción de bondad genera una reacción positiva y ese será uno de los temas capitales que conversaré con cada uno de ustedes a lo largo del presente libro: el cambio personal y el cambio social.

Hoy he venido a hablarles no de aquella comunidad de personas que diario suele cometer errores inconscientemente. Hoy he venido a hablarles de cada uno de ustedes, de sus vidas, de sus hábitos constructivos y destructivos, de su forma de hablar y mirar; he venido a hablarles del modo cómo late su corazón y de la forma en la que sus pensamientos van labrando su desarrollo personal y cómo van construyendo o destruyendo su salud física, emocional y espiritual.

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