VOY A DECIRLES SU VIDA

Por: Jorge Díaz Herrera

Los tanques de guerra y las patrullas de soldados armados por las calles de la ciudad fueron la primera evidencia, después las radios confirmaron que el Presidente de la República había sido depuesto por una junta militar, y la policía desbarató algunos brotes de protesta callejera. Y Emilio apretó los puños y se dirigió indetenible al centro de la plaza: Porque, me suceda lo que me suceda, voy a decirles su vida a esos hijos de puta. Se llevó las manos como bocina alrededor de la boca y empezó a decir algo, pero un garrotazo en la nuca quebró sus palabras, y su mujer se abalanzó contra los gendarmes, pero ellos le doblaron los brazos a la espalda y con una manaza abierta le cerraron la boca. A ella la soltaron a las nueve de la noche y a Emilio a la mañana siguiente. Y Emilio llegó hasta su casa y abrió la puerta y su mujer corrió a abrazarlo, pero él permaneció como atontado, ausente, rígido, pensando en las risitas escondidas de los gendarmes cuando lo soltaron y en la voz de uno de ellos diciéndole a sus espaldas: dale las gracias a tu mujer, y salúdala de parte del Comandante.

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