Alternativas frente a la inestabilidad política

Por: Christian Capuñay Reátegui

REFLEXIONES

En las elecciones generales de los últimos años, ninguno de los grupos políticos que ganaron la Presidencia de la República obtuvieron una mayoría significativa en el Congreso. Aunque las causas de la debacle en que terminaron varias de esas gestiones son múltiples, la falta de un respaldo fuerte en el Legislativo, sin duda, abonó a obtener este resultado indeseado. Los casos más recientes, de Pedro Castillo y Pedro Pablo Kuczynski, son ejemplos de lo que puede ocurrir cuando en el Perú se configura este escenario político.

La debilidad que presentan en la actualidad los partidos, la desconexión con grandes sectores de la ciudadanía y su incapacidad para asumir una representación sólida de la población son algunos de los factores que les impiden obtener los votos necesarios para constituir una mayoría importante en el Congreso.

El partido de gobierno, en consecuencia, suele estar huérfano de un respaldo suficiente para poner en marcha su programa de gobierno y de reformas si las tiene. Lo que ocurre en estos casos en cualquier país con un sistema político más avanzado (formación de alianzas con base en coincidencias programáticas) es una ilusión. Las alianzas en el Perú están unidas con babas y se forman y se deshacen casi sin que nadie lo note.

Todo apunta a que este escenario no variará en el corto plazo. Aunque falta relativamente poco para el inicio de la campaña electoral con miras a los comicios generales del 2026, no hay ningún elemento que nos haga pensar que la situación vaya a variar y que el próximo Ejecutivo tendrá la suficiente fuerza como para gobernar con un Congreso probablemente muy fragmentado y hasta hostil.

Es posible, entonces, que la inestabilidad que caracteriza a nuestra política perdure y sigamos padeciendo períodos en que los que el Ejecutivo trata de gobernar y al mismo tiempo sobrevivir evitando a toda costa la vacancia presidencial.

Frente a ese panorama poco auspicioso, el país requiere, en primer lugar, nuevos liderazgos que ofrezcan a la ciudadanía una alternativa distinta y no contaminada con miras a las elecciones del 2026. Si estos liderazgos no aparecen, en dicho proceso electoral padeceremos a los mismos de siempre que representan la continuidad de la inestabilidad. El país requiere y merece nuevos aires que contribuyan a cimentar una política más institucional, menos delictiva y sin prontuario.

Asimismo, requerimos reformas institucionales que eviten el uso indiscriminado de mecanismos que se han convertido en instrumentos de algunas facciones políticas para privilegiar sus intereses a costa de los del país, como la vacancia presidencial, que tanto daño nos está haciendo.

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