COMO DESTRUIR NUESTRA VIDA, SEGUNDO A SEGUNDO (1° parte)

Por. Dr. Juan Manuel Zevallos Rodríguez.

La vida es el espectáculo por excelencia. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de darle un nombre: la vida es bella o la vida es un vía crucis. Nosotros decidimos como etiquetar el bien más precioso que tenemos.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

A lo largo de nuestra existencia no nos damos cuenta de ese bien maravilloso y exponemos nuestra existencia a tantos daños y a un sin fin de perturbaciones. El hábito de consumir sustancias nocivas, desde la comida rápida y poco nutritiva hasta las drogas y el alcohol. Los hábitos de dormir poco, de estresarnos, de no valorarnos y de destruirnos progresivamente día a día.

De seguro que el cuento de las comidas poco nutritivas no nos despierta sin sabores significativos, pero “somos lo que comemos”.

Si nuestra alimentación se basa en azucares como reclamarle a nuestro cuerpo que un día de tantos no se rebele y nos regale una diabetes. Como poder decir: “amo mi cuerpo, amo mi vida”, si no tengo consideración de mi organismo y lo lleno de carbohidratos y de grasas insaturadas a diario; y a quién reclamar si con esa dieta ateroesclerogénica daño infelizmente a mis vasos sanguíneos, disminuyo mi flujo sanguíneo corporal y afecto de modo significativo y constante a mi cerebro y corazón.

Cuantos actos de soberbia elevamos al viento diciendo que nuestra vida es maravillosa cuando realmente no lo es. Repetimos lamentablemente un discurso sin sentido que leímos en alguna parte y que nuestro ego nos llamó a decir. Las palabras que no se acompañan de actos que las refrenden son palabras que se las lleva el viento, pero a la vez son palabras que engañan a nuestra mente, son palabras que nos hacen creer algo que no es cierto. ¡Estamos sanos! gritamos a los cuatro vientos y es una gran mentira. Somos seres que nos estamos destruyendo poco a poco cada día y, qué en un momento dado, en un segundo interminable de ese tiempo que no se puede comprar, se resquebrajará camino a la destrucción final.

Cuanta verdad en aquella frase: “una desgracia nunca viene sola”.

Cuando la actitud de daño hacia nuestro cuerpo se persevera en el tiempo, es como ir socavando poco a poco las bases de un edificio; al inicio no pasará nada, las columnas por si solas decidirán ir aguantando el peso y distribuirán el peso sobre los cimientos pero con el paso del tiempo los cimientos poco a poco irán perdiendo consistencia por nuestros actos reiterativos y nocivos, entonces, intempestivamente sin que algo grande suceda, sin haber hecho algo distinto a lo que hice el día de ayer, una de las columnas de la casa cede, no es lo único que pasa, los marcos de las ventanas se descuadran, se rompen los vidrios y hay angustia en los pobladores de la casa, parece que hasta se ha inclinado un poco nuestro edificio llamado hogar. Hay que reforzar pronto los cimientos y cada columna tiene que ser engrosada. De pronto se mencionan muchas soluciones. Se procede al reforzamiento de cimientos y/o de columnas y todo vuelve a su equilibrio, a su falso equilibrio. Pasa el tiempo y al mantener nuestra actitud demoledora constante y por ende al no haber solucionado la causa de fondo, por nuestra actitud negligente y carente de aprendizaje nuevamente se dañará la casa y un día de tantos sin darnos cuenta la casa sin una causa aparente caerá.

¿Quién fue el responsable de que la casa se caiga?: uno mismo.

Cuando generamos pensamientos negativos, decimos “no puedo hacerlo, “eso es imposible”, o cuando asumimos conductas negativas hacia nuestro entorno haciéndoles culpables de nuestras desgracias, vamos desgastando poco a poco, sin querer, esas bases sólidas con las cuales vinimos a este mundo.

Cada uno de nosotros al nacer tiene la llave mágica de la felicidad. Cada uno, en éste momento mismo tiene la capacidad de adaptarse a los cambios, de aprender, de enfrentar los desafíos, de no decaer.

Somos seres nacidos en el mayor bienestar posible, con la capacidad de leer el corazón de las personas que nos rodean y de interiorizar todas las enseñanzas de los seres del entorno. Somos seres con grandes capacidades para hacer el bien, con un jardín maravilloso llamado mente donde cada concepto que sembramos se desarrolla notablemente.

Pero el mundo no quiere seres humanos con habilidades de superación y aprendizaje tan altas. Pronto el mundo que nos rodea nos alimenta de conceptos destructivos, nos llena de conformismo, pesimismo, consumismo e insatisfacción. Sufrimos con lo aprendizaje nocivo y le echamos la culpa a la vida de las desgracias que nos van sucediendo; ¡qué injustos que somos! Cada uno de nosotros somos los responsables de nuestro fracaso existencial o del éxito, cada uno de nosotros tiene la capacidad inherente de interiorizar el aprendizaje nocivo de un sistema que se preocupa en su sobrevivencia y que le importa poco a nada la realización personal o de rechazarlo.

Nuestros padres nos regalan amor y con ese acto construyen poco a poco los distintos pisos emocionales que irán constituyendo con el tiempo nuestra casa personal. Es tan importante el amor de los padres como importante es el agua para las plantas. Sin amor el ser humano se apaga, sin amor nos condenamos al abandono y naufragamos en el mar de la mediocridad y la desesperanza.

Aun teniendo padres muy ignorantes y esclavos del mundo, ellos pueden darnos y de seguro nos darán amor, y en base a esas pequeñas semillas de afecto sincero debemos con los años venideros construir el concepto de amor personal. Muchas personas podrán tener la suerte de vivir en un mar de amor durante los primeros años de su vida y por ende tendrán incontables semillas de amor, muchas otras alcanzarán con gran sufrimiento y limitación unas cuantas semillas de afecto pleno, pero escúchenlo bien, lo importante no es la cantidad de semillas de amor que poseamos, lo importante es lo que lleguemos a hacer con cada una de ellas.

Muchos a lo largo de los años irán botando al desagüe su colección de semillas de amor bajo el falso concepto de que el amor daña, que el amor es destructivo, que el amor nos hace débiles, que el amor es una fantasía. Cuanta necedad en tan pocas palabras.

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