Un tesoro arquitectónico y espiritual, se erige majestuosa en el corazón de la Ciudad Blanca de Arequipa, un testigo venerable de la historia y la fe que se entrelazan en sus muros centenarios. Fundada con solemnidad el 23 de noviembre de 1710, sus cimientos han sido testigos de innumerables procesiones, ceremonias y momentos de devoción a lo largo de los siglos.

Ubicado entre las calles Melgar y Peral, en el Cercado de la ciudad, no solo es impresionante por su antigua belleza arquitectónica; sino también, porque es el único que cuenta con tres coros, distribuidos a lo largo del templo.

Al ingresar, se encuentra el Coro Alto, también llamado la Sala de la Virgen, un santuario de quietud y veneración decorado con imágenes sagradas y lienzos que relatan la vida de la Virgen María. Este espacio, utilizado en fiestas especiales de las madres del Monasterio de Carmelitas, irradia una atmósfera de espiritualidad.

Descendiendo, el Coro Medio se presenta como un balcón de madera donde los devotos se congregan para entonar cánticos durante las celebraciones eucarísticas, añadiendo una dimensión musical al culto.

Justo a unos pasos del altar mayor, el Coro Bajo acoge a las madres del Monasterio en un santuario apartado, protegido por una madera que separa su recogimiento del resto del mundo.

El esplendor del altar mayor, adornado con pan de oro y presidido por la sagrada imagen de la Virgen del Carmen, es una manifestación tangible de la devoción que ha sido consagrada en este lugar. El púlpito barroco, también engalanado con la riqueza del oro, testimonia la elocuencia de la palabra divina que ha resonado en este recinto a lo largo de los siglos.

La Iglesia de Santa Teresa, con su historia rica y su belleza atemporal, sigue siendo un faro de fe y un refugio para los corazones sedientos de espiritualidad en la Ciudad Blanca de Arequipa.

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