La educación universitaria: motor del futuro

Por Silvana Pareja

El Montonero


La educación superior no solo es un derecho fundamental, sino también un catalizador indispensable que facilita el crecimiento personal y profesional, elevando el nivel de vida y contribuyendo al progreso social y económico de su comunidad. Las universidades desempeñan un papel esencial al formar capital humano altamente cualificado, cuya capacitación en habilidades técnicas y conocimientos especializados es crucial para prosperar en economías cada vez más interconectadas y complejas a nivel global.

El capital humano avanzado, cultivado a través de programas académicos rigurosos, impulsa la innovación y la productividad en sectores estratégicos como la tecnología, la salud y la ingeniería, y también estimula la creación de nuevas empresas y la expansión de industrias emergentes. Este fenómeno se refleja claramente en el aporte fiscal; los individuos con educación superior no solo incrementan la productividad y competitividad del mercado laboral, sino que también generan una recaudación tributaria significativa, vital para el desarrollo económico sostenible.

En el contexto peruano, el bajo nivel educativo tiene un impacto directo en los ingresos económicos y, consecuentemente, en los índices de pobreza. Las personas con un nivel educativo bajo suelen encontrarse en situación de pobreza y pobreza extrema, principalmente debido a los reducidos ingresos que obtienen de las limitadas oportunidades laborales disponibles para mantener a sus familias. Esta relación se observa claramente al analizar que los departamentos con mayores niveles de pobreza son también aquellos donde la población presenta niveles educativos más bajos.

En el año 2017, en el CADE, el economista Elmer Cuba destacó la trascendental importancia de la educación superior en la formación de capital humano calificado. Subrayó que individuos con ingresos mensuales superiores a S/ 10 000 contribuyen significativamente más al Impuesto a la Renta que todo el sector minero combinado. Este hecho subraya cómo una fuerza laboral que accede a la educación superior no sólo impulsa la productividad y la competitividad, sino que también fortalece la recaudación fiscal, crucial para el desarrollo económico sostenible.

Además de proporcionar conocimientos especializados en diversas disciplinas, las universidades tienen un papel fundamental en el cultivo de habilidades críticas, como el pensamiento analítico, la resolución de problemas y la creatividad. Estas competencias no solo son esenciales para fomentar la innovación y el avance tecnológico, aspectos cruciales para el crecimiento económico a largo plazo, sino que también preparan a los graduados para enfrentar los desafíos dinámicos del mercado laboral globalizado.

Otro aspecto crucial es el impacto social de la educación superior. Las universidades proporcionan educación formal y también un entorno para el desarrollo personal y social de los estudiantes. Promueven la inclusión y el entendimiento intercultural, preparando a los individuos para contribuir de manera constructiva a la sociedad. Además, la educación superior está estrechamente ligada a la movilidad social, ofreciendo a los estudiantes la oportunidad de mejorar sus perspectivas económicas y sociales, y romper ciclos de pobreza generacionales.

En resumen, los Estados que asumen el reto de invertir en educación serán, los verdaderos artífices del cambio en nuestra sociedad, un verdadero cambio pensando en el futuro, debería cumplirse con asignar el 6 % del PBI en educación, conforme lo consagra la Constitución. Solo así se podrá abrir una luz de esperanza para las futuras generaciones, que hasta hoy cuesta arriba luchan por una educación universitaria, sin políticas públicas que reflejen la importancia de tomar en cuenta a la juventud en los planes del presente y futuro.

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