La reapertura de Notre Dame
Por Juan Sheput
1831 fue el año en que Víctor Hugo escribió una de sus obras cumbres, Nuestra Señora de París, entre otras cosas, para evitar que el crecimiento de la ciudad y un mal entendido concepto de modernidad acabara con lo que consideraba y consideramos muchos un magnífico monumento. Hugo escribió sobre detalles que el paso del tiempo había desaparecido de Notre Dame, lo que fue el estímulo para que pocos años después, sus lectores impulsaran una restauración, en 1845, que estuvo a cargo del gran arquitecto Eugène Viollet-Le-Duc. Sus palabras, al culminar la restauración, permanecen vigentes: “Si los pilares de Notre Dame tuvieran voz, contarían toda la historia de Francia”.
En efecto, Notre Dame ha sido testigo y protagonista de la historia de Francia. Está considerada como una obra maestra de la edificación y su nave ha sido el espacio donde se han visto coronaciones de reyes y emperadores, consagraciones matrimoniales, asilos formidables a perseguidos y ya en los últimos años, en 1909, la magnífica beatificación de Santa Juana de Arco, celebrada por el Papa Pío X. No es exageración señalar que, hablar de Notre Dame, es hablar en parte de nuestra Historia Universal.
Es por eso que cuando se incendió, ese fatídico 15 de abril de 2019, muchos observábamos conmovidos hasta las lágrimas la destrucción que se evidenciaba. Recuerdo que ese lunes me encontraba casi paralizado en una de las salas del Congreso del Perú observando, sin saber cómo reaccionar, el desarrollo del incendio. Los bomberos no podían arrojar agua desde helicópteros pues destruirían las estructuras de la Catedral, así que la lucha duró nueve horas. Pero los milagros empezaron a ocurrir poco después. El primero, que todos los tesoros de la Catedral estaban a salvo. El segundo, que en muy poco tiempo ya se había recaudado US$ 1000 millones para su restauración. Los 340 000 donantes tendrán una placa de agradecimiento en la Catedral. Luego ocurrieron muchos milagros más. La Virgen de París no quería mudarse.
Luego vino el impulso político, clave en la reconstrucción, y la gran capacidad de los arquitectos encomendados. Emmanuel Macron, presidente de Francia desde 2017, dijo que no se iría del Elíseo sin haber restaurado la Catedral. Fijó en cinco años el plazo para la reconstrucción. Algunos pedían diez; otros, que no se pusiera un límite. Se impuso Macron y la Catedral se inaugurará en ceremonias del 7 y 8 de diciembre, coincidiendo con las fiestas de la Inmaculada Concepción.
Pero Macron tuvo también algunas derrotas. No se dio concesión a la modernidad. Y eso me parece muy bien. Querían modernizarse algunos vitrales. Francia es firmante de la Carta de Venecia que señala con claridad que una obra antigua en buen estado no debe ser sustituida por algo más reciente. Gran punto que respeta a las generaciones venideras que tienen derecho a admirar la belleza original que nosotros podríamos haber contemplado.
En estos días hay disputas sobre dónde hablará el presidente de Francia, si dentro o fuera de la Catedral. Como se sabe, en Francia hay un fuerte secularismo. Aunque ese es un tema que ellos resolverán, desde aquí reconocemos el esfuerzo histórico del presidente Macron y los resultados magníficos que da la fuerza y voluntad política cuando se elige a las personas adecuadas para ejecutarla. El mundo se alegra de la reapertura de Notre Dame.