Desinformación y relaciones internacionales
Por: Fabián Vallas Trujillo

La decisión de los gobiernos de México, Colombia, Argentina y Bolivia acerca de no reconocer al actual gobierno de Dina Boluarte y considerar a Pedro Castillo como el actual mandatario sorprende a la gran mayoría del país.

No se trata solo de desconocer que la sucesión presidencial se debió al intento frustrado de golpe de Estado al intentar cerrar el Congreso, intervenir la fiscalía, ni “reformar” el Poder Judicial y asumir el control del país por medio del uso de las fuerzas de seguridad.

Tampoco se considera que fue el Congreso que con 101 votos lo vacó del cargo en forma legal, ni que la vicepresidenta, electa en la misma fórmula electoral asumió el cargo, tal como indica la propia Constitución Política. Ni que Castillo contaba con 52 carpetas fiscales acerca de investigaciones de presuntos actos de corrupción.

La pregunta es ¿por qué los gobiernos de los países mencionados ignoraron dichos hechos fácticos que son acontecimientos comprobables?

El tema de la desinformación en las relaciones internacionales tiene muchos ángulos. En inglés, hay dos términos diferentes para referirse al concepto. Uno de ellos es missinformation (aquella que es por error no tengo los suficientes datos y salto a conclusiones precipitadas) y la desinformation ( la intención de engañar). Es claro que en el caso señalado se trata de lo segundo.

El “Comunicado conjunto sobre la situación del Perú” del 12 de diciembre es un claro ejemplo de desinformación en los argumentos de estos cuatro países si se analizan los tres elementos que contiene el concepto: el primero de ellos se refiere a la supresión de información (ningún testimonio del golpe de Estado, ni los presuntos casos de corrupción)

El segundo elemento es minimizar la importancia de estos eventos (se considera que las investigaciones fiscales fueron un acto antidemocrático de hostigamiento), y tercero, se modifica el sentido de la información (se habla de remoción y no de vacancia de acuerdo con las normas legales ante un golpe in fraganti).

Si fuera así, entonces, ¿cuál es la intención de estos países de elegir este camino? Una pista nos da la corriente del constructivismo dentro de las relaciones internacionales, la cual sostiene que “si bien el mundo o el medio influye en el comportamiento de los actores, también la interacción de los actores puede llegar a transformar el entorno en que se desenvuelven”.

En este caso, los gobiernos mencionados están tratando de evitar la aparición de un ejemplo regional que a un presidente en ejercicio se le pueda destituir por obvios casos de corrupción o peor aún, en el acto de dar un golpe de Estado, ya sea que haya tenido éxito o no.

En mayor o menor medida, este es el verdadero temor de los gobiernos mencionados. Sus decisiones no se deben a que sus cancillerías no tienen los hechos fácticos del caso peruano, sino que intencionalmente manipulan el caso.

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