Amor al prójimo, pero también a uno mismo
Por: P. Luis Andrés Carpio Sardón
Es muy esperanzador el mensaje de Jesucristo sobre nosotros. No sé si lo hemos pensado alguna vez, pero que el mandamiento que nos da sea “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, pone el punto de referencia en cada uno de nosotros, en ti y en mí.
Entonces, amar a Dios y al prójimo, que es el resumen del mensaje cristiano, no implica de ninguna manera que me deba olvidar de mí mismo, descuidarme, o verme con desconfianza o con desapego o con baja autoestima.
Por el contrario, es voluntad del mismo Dios que nos cuidemos, que procuremos tener satisfechas nuestras necesidades, y que pongamos los medios para que no nos falten las cosas necesarias, el entorno amable y ejemplar, ni tampoco aquello que nuestro espíritu necesita como son la paz y la claridad de la verdad.
Ante la idea de que atendernos, cuidarnos, velar por nuestro bienestar y cultivar una sana autoestima pudieran ser expresiones de egoísmo, Jesús nos da a entender que, para Él, las personas que son amadas, somos personas que tenemos la fortuna de tener algo que es fundamental para desarrollarnos como seres humanos y que nos hace capaces de aportar eso mismo a nuestro alrededor: el amor nos cambia y mejora, y, por eso mismo, nos permite cambiar y mejorar a la sociedad.
De hecho, el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia dice que “la transformación de la persona humana, en su progresiva conformación con Cristo, es el presupuesto esencial de una renovación real de sus relaciones con las demás personas” (n.42). Es otra manera de decir que “para cambiar el mundo, comienza por cambiar tú primero”.
Resulta que así nos ve el Señor: con ese optimismo; con esa esperanza: el mundo está necesitando y dependiendo de que yo me decida a mejorar un poquito hoy y ahora: que sea más como Jesús.
Por eso, el mismo Compendio dice también que existe una “prioridad reconocida a la conversión del corazón” (n. 42) en todo proceso que lleva a un cambio social. Y éste es el por qué de que la religión sea un elemento importante para la sociedad: porque su objetivo y ámbito de influencia es el cambio y mejora de los corazones. En el caso del cristianismo, a través de la acción de la gracia divina y de nuestra correspondencia.
¡Cuánto depende de que tú yo queramos cambiar!