Con Ihara Saikaku

Por Fátima Carrasco

Ihara Saikaku fue uno de los más admirados novelistas japoneses, mostró su modernidad en el siglo XVII con títulos como “El Evangelio de un Millonario Versión Revisada” o “El último Almacén de Japón”.

Pero antes de incursionar en la prosa fue poeta dedicado a los haikus. A diferencia de Matsunaga Teikoku, considerado el maestro de los haukus, quien era partidario de corregir las 17 sílabas, el irreverente Saikaku, en cambio, prefería improvisar y se lucía en las maratones poéticas (llamadas yakazu). En 1671 dejó boquiabierta a la respetable concurrencia al improvisar nada menos que 1600 haikus en un día y una noche. Superó semejante hazaña lírica nueve años después, componiendo 4000 haikus en 24 horas. Y en 1684 volvió a superar sus records -y de hecho, todos los records alusivos- al componer 23500 haikus en el tiempo de vida de una libélula- unas 17 series de 17 sílabas por minuto-. Se entiende entonces que Saikaku fuese popularmente conocido como “El Poeta de los 20000”. Pese a su reputación de prolífico versificador, Saikaku nunca tuvo pretensiones de que su obra pasara a la posteridad. Como talentoso y genuino defensor de lo efímero, era considerado como un alienígena. Saikaku pasó a ser sinónimo de extravagante. De los 20000 haikus, solo se sabe que existieron, pero no fue posible leerlos.

La última etapa vital de Emile Zola tiene relación con su obra, fatalmente inconclusa. Considerado como un “alcantarillero literario” por sus detractores, Zola llevaba a la práctica, con denuedo, su lema “Nulla dies sine linea”.

En defensa de Alfred Dreyfus escribió su conocido artículo “Yo Acuso”, publicado el 13 de enero de 1898, en respuesta a la petición de ayuda que le hicieron el Presidente del Senado y el hermano de Dreyfus. Como consecuencia, Zola fue despedido del diario Le Figaro y ridiculizado en caricaturas y artículos de prensa. Ya entonces había declarado: “¿De modo que existe una cosa llamada joven antisemitismo… cerebros y almas jóvenes ya trastornados por este idiota veneno? Qué triste y qué ominoso para el venidero siglo XX”.

En su exilio en Sussex asistía a partidos de cricket, leía la prensa inglesa-diccionario mediante- y según Ernest Vizetelly, fan suyo, “tiene intención de escribir un libro sobre ello (el caso Dreyfus) a su debido tiempo y ha tomado muchos apuntes sobre el tema; entretanto, en el ínterin de los capítulos de “Fecundidad”, su nueva novela y el comienzo de un nuevo cuarteto, “Cuatro Evangelios”, el señor Zola ha estado preparando un relato de sus aventuras, experiencias y observaciones en el exilio. Todo ello se ilustrará con fotografías y bosquejos”. Este libro de Zola, avezado fotógrafo, nunca se materializó.

Algunos elementos del caso Dreyfus aparecen en “Verdad”, el tercer volumen de “Los Cuatro Evangelistas”. En 1899 regresó a Francia, aquejada por entonces de furor antisemita, donde escribió “Justicia”, el último volumen del cuarteto, en el que imagina una alianza de todas las naciones, los Estados Unidos de Europa. “Me he pasado cuarenta años diseccionando… Ya es hora de que dejéis soñar un poco en mi ancianidad”. Según Maurice Le Blond, amigo suyo, el argumento de “Justicia” iba a ser el sionismo. Zola murió antes de acabarla. El 29 de setiembre de 1902, a las tres de la madrugada, mareado, con náuseas y dolor de cabeza, abrió la ventana, se desmayó y murió asfixiado. Según el juez de instrucción, murió de forma accidental, intoxicado por monóxido de carbono, pese a que en la reconstrucción del suceso, varios cuyes sobrevivieron en la misma habitación y circunstancias.

En 1953, un anciano suscriptor del diario Liberation, el señor Hauin, respondió a un artículo sobre la muerte de Zola asegurando que un amigo suyo, deshollinador y detractor de Dreyfus y de Zola, le había confesado: “Mis hombres y yo tapamos la chimenea mientras arreglábamos la de al lado. Había mucho ajetreo y aprovechamos para localizar la chimenea de Zola y obstruirla. La destaponamos al día siguiente muy temprano. Nadie se dio cuenta”.

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