Mario Vargas Llosa: una vida escrita con libertad

Por: Lic. Ricardo Lucano
Se nos fue Mario Vargas Llosa. Y con él, no solo se va un Premio Nobel, un gigante de la literatura, sino alguien que hizo de su vida una defensa constante de la libertad, a veces con errores, pero siempre con coraje.
Desde La ciudad y los perros, su primera novela, se notaba que no venía a escribir para agradar. Venía a incomodar, a mostrar lo que molesta, lo que se esconde debajo del uniforme, del poder, de las buenas costumbres. Su pluma siempre apuntó al corazón de los autoritarismos, no importa de qué color fueran.
Pero lo que más impresiona de Vargas Llosa no es solo su talento literario —que es descomunal— sino su recorrido como persona. De joven creyó en la revolución cubana, como tantos de su generación. Pero después no tuvo miedo de dar un paso al costado. Y ahí, en vez de quedarse callado, empezó a hablar de la libertad desde otro lugar.
Se volvió un defensor del pensamiento liberal, y lo hizo sabiendo que muchos de sus antiguos compañeros lo iban a criticar, a tildar de traidor, de burgués, de vendido. Pero él siguió. Porque entendía que pensar por uno mismo, aunque duela, es también una forma de ser libre.
No fue un intelectual cómodo. Dijo cosas que muchos no querían oír. Se metió en política, perdió elecciones, escribió libros políticos, cometió errores. Pero siempre fue fiel a esa idea: la libertad vale más que cualquier ideología. Y eso, en un mundo donde cada vez más se pide alinearse, callar, sumarse a una tribu, es un ejemplo poderoso.
Hoy que se fue, lo mejor que podemos hacer no es ponerlo en un pedestal, ni repetir frases vacías. Lo mejor que podemos hacer es leerlo. Discutirlo. A veces estoy de acuerdo, a veces no. Pero sobre todo, reconoce que su vida fue eso: una pelea constante por pensar y escribir en libertad.
Y eso, en estos tiempos, no es poca cosa.