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Trabajadoras limpian desde basura hasta residuos humanos
Criemos hijos con valores. Servidoras afirman que ahora hay más gente cochina en Arequipa.
POBLACIÓN NO VALORA SU LABOR
Limpiar la suciedad ajena, sin esperar un «gracias», parece ser un trabajo propio solo de una madre. El noble personal de limpieza del municipio provincial no tiene por qué estar limpiando heces y orina de malos ciudadanos. Aun así, eso es exactamente lo que pasa. Cada vez hay más personas “cochinas” que, incluso a vista y paciencia de todos, dejan sus residuos corporales, dañando así el ornato del corazón de Arequipa.
Antes de que salga el sol, Celia y Maly están con la escoba de paja en una mano y el recogedor en la otra. Su jornada empieza normalmente a las 5 de la mañana. Las primeras horas son las más duras, pues a quienes trabajan con los vehículos que recogen basura se les imposibilita asear todo. Ellos se encargan netamente de desaparecer acumulaciones, cerros de desechos del porte de un adulto promedio. Para los restos y residuos dispersos están 222 barrenderos divididos en dos turnos. En el caso de las damas y sus colegas del horario diurno, amanecen para que tú y yo podamos encontrar siempre las vías del centro limpias.
Celia, Maly y todos sus colegas saben que limpiar es su trabajo. Pero, no tienen por qué estar limpiando excreciones.
“Eso es de todos los días. Se tiene que poner de repente un cartón, esperar que seque y recogerlo. Provienen de malos bebedores, indigentes y adictos a alguna sustancia. También están los vómitos de los jóvenes fuera de un establecimiento nocturno. Es una falta de respeto. Primero hacia ellos mismos, porque viven aquí”, señaló Maly Ranilla.
No es difícil de enumerar cuántos espacios son usados como baños. Por ejemplo, las plazas España y San Francisco, donde jóvenes se vuelcan principalmente cada fin de semana para libar alcohol antes de ingresar a una discoteca o, quedarse ahí nomás. Sea ese o no el caso, ambos puntos son mal utilizados y, por más baldeado y desinfección que les hagan, siguen oliendo a orines y otros restos fáciles de imaginar. Lo mismo pasa en muchas otras partes del centro.
Por ello, para todo el personal es agobiante llegar a un fin de semana y peor a un día festivo. Más gente se vuelca en las calles y avenidas, con nulas intenciones de limpiar lo que ellos mismos ensuciaron. En esas fechas, la jornada de limpieza inicia aún más temprano.
A estas alturas ya debió quedar en claro que limpian de todo. “Están remodelando sus casas, y a la calle van tubos y escombros. Les decimos y, en el mejor de los casos, responden: ‘Ya lo voy a recoger”, afirmó Celia Rodríguez Tapia.
ORGULLOSAS
Todos aquellos que trabajan en limpieza pública se sienten orgullosos. Son los encargados de sostener la buena imagen y salubridad de la ciudad en sus hombros. Sin embargo, a veces los comentarios que reciben por algún inculto pueden ser hirientes.
Servidoras se encargan de dejar limpias las calles.
“¿Por qué no has estudiado? Por eso estás donde estás. Se nos subestima mucho. Está bien, no hemos podido seguir estudiando, pero no somos ignorantes. Creen que somos lo más bajo”, lamentó Celia Rodríguez.
Celia lleva 15 años limpiando nuestro hábitat y puede afirmar, sin temor a equivocarse, que cada vez más personas no saben cómo comportarse en los espacios públicos. Limpian y, por detrás de ellos, ya están ensuciando. Les piden que no hagan eso, y hay quienes tienen el descaro de responder: “Es tu trabajo. Para eso pago mis impuestos”. Es más, Maly resaltó: “Ambulantes comen y botan la basura donde sea. Les decimos y responden: ‘Ese es tu trabajo’”.
CRIEMOS HIJOS CON VALORES
A su vez, recalcó: “Hay padres que no están criando a sus hijos con valores. Yo tengo a mis bebés, a los cuales les enseño. Hijo, recoge tu basura, es una falta de respeto tirarla. Veo casos en los que los niños botan y no les dicen nada. La mamá misma bota. Los niños repiten lo que ven. En mi caso, mis padres me regañaban”
No se justifica la mala educación de un gran número de ciudadanos. Guarda tu basura y bótala en su lugar. No la arrojes a la pista ni a la vereda.
“El planeta, nuestro hogar, lo estamos destruyendo nosotros mismos. No nos ponemos a pensar que detrás de nosotros hay más generaciones. Estamos matando el mar, dañando la capa de ozono. No hacemos conciencia. Vivo en el hoy y no me importa el mañana”, finalizó Celia.