Ubica la salida y desaparece

SIN AMBAGES

Por Úrsula Angulo

Más de una vez nos hemos visto en medio de una discusión desagradable. Y, muy probablemente, alguna otra se aparecerá en nuestro camino. Hasta entonces, acaso ocurriera ese altercado, ahora que reina la serenidad mientras lees este artículo, te dejo un par de ideas como para que las tengas en mente:

No gana aquel cuyas palabras alcanzan altos decibeles. El gritar no te da la razón, solo provoca que la otra persona se altere más o, por el contrario, que se sienta intimidada —lo que te podría llevar a preguntarte cuál es la intención real que te hace buscar el resolver una discusión gritando—. De cualquiera de las dos formas, no acumulas puntos. Si crees que tienes razón, que tus argumentos te ayuden a probarlo. No pierdas la tranquilidad. Además, te diría que puedes hablar con firmeza sin dejar la calma, y eso podría incluso darte mejores resultados, porque, mientras la otra persona empieza a alterarse, pareciera que tú la escuchas disfrutando de un algodón de azúcar. Que tu explicación sea inteligente, no agresiva.

Si tienes la razón, se me ocurre que la otra parte también lo sabe. Que eso te dé seguridad para que continúes con tu explicación calmada, pero firme, pero calmada. Como siempre lees mis artículos (no me equivoco, ¿o sí?), recordarás que en uno mencionaba que lo importante no es lo que la gente dice, sino lo que la gente sabe; es decir, si evidentemente alguien está equivocado, no importa lo que intente explicar a manera de excusa o necedad, lo importante es que sabe que no tiene precisamente la razón, y eso sí pone el marcador a tu favor. Y que sea suficiente para que le desees un buen día y te vayas —te vayas triunfante, sí, un poco triunfante pero sin presuntuosidad (es solo una discusión, ¡no exageres!).

Ahora, si empiezas a tener la impresión de que sería mucho más fácil discutir con una paloma, de esas sensatas y moderadas que suelen frecuentar la Plaza de Armas, entonces, es también hora de abandonar la escena. Nuevamente, deséale a tu contraparte que tenga un buen día, ubica la salida de emergencia más cercana y procede a desaparecer. No vale la pena explicar nada a quien se preocupa más por no dar su brazo a torcer que por llegar a un acuerdo (¡ni mencionar el reconocer que está equivocado!).

Tu paz mental siempre será mucho más importante que el lograr que alguien te diga que tienes la razón. Conserva esa paz mental por tu actuar y también por aquello que decides no hacer. Quizá, solo quizá, quien está frente a ti se da cuenta de que decides retirarte en lugar de desgastarte mentalmente, y así reflexiona y lo considera para el futuro. Recuerda que se enseña con el ejemplo, como también lo comenté en uno de mis artículos anteriores. Ese sí lo leíste ¿o no?

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