A la vista de todos: el daño silencioso de las pantallas

Por: Daniela Santander R.
Daños han hecho que niños menores de 5 años ya padezcan miopía.
En la actualidad, una persona pasa alrededor de seis horas al día frente a una pantalla, ya sea por trabajo, estudio o entretenimiento. De ese tiempo, más de la mitad se consume en dispositivos móviles como celulares o tabletas. La presencia de las pantallas en la vida cotidiana es tan constante que cuesta imaginar a alguien que no tenga un teléfono o que no utilice una computadora al menos una vez por semana. En especial dentro del ámbito educativo y laboral, su uso se ha vuelto casi indispensable. Sin embargo, esta exposición diaria ha dejado de ser solo una parte de la rutina moderna para convertirse en una amenaza creciente para la salud visual.
El llamado síndrome informático oftálmico agrupa una serie de molestias que se originan por la exposición prolongada a dispositivos electrónicos, enrojecimiento ocular, irritación, fatiga visual, visión borrosa, incluso dolor de cabeza. Todo esto se relaciona directamente con la luz azul que emiten las pantallas. Si bien muchas personas lo asumen como un malestar pasajero, los especialistas advierten que los daños pueden volverse permanentes si no se toman precauciones a tiempo.

José Corrales Aragón, jefe de Oftalmología del Hospital Nacional Carlos Alberto Seguín Escobedo, advierte que este síndrome se está haciendo cada vez más común, especialmente en quienes pasan largas jornadas frente a computadoras o celulares. En estos casos, el parpadeo se reduce de manera inconsciente, lo que incrementa la sequedad ocular y provoca enrojecimiento persistente, además de fatiga visual. Esta situación es habitual entre trabajadores administrativos, estudiantes y profesionales que usan pantallas por más de cuatro horas seguidas al día sin pausas adecuadas. Ante esto, el experto recomienda que se realicen pausas visuales cada 30 minutos. En esos descansos, en un par de minutos, es aconsejable mirar un punto lejano dentro de la habitación o del entorno en el que uno se encuentra, con el fin de relajar los músculos oculares antes de retomar las actividades.
Uno de los grupos más vulnerables a este tipo de daño son los niños menores de cinco años. Corrales explica que, en esta etapa del desarrollo, las estructuras del ojo como la córnea y el cristalino son más transparentes, por lo que toda la luz y radiación ingresa directamente a la retina. El uso de pantallas en estas edades puede provocar daños acumulativos que, con los años, se hacen irreversibles. Por esta razón, el especialista recomienda que los padres de niños menores de cinco años deberían evitar que sus hijos tengan contacto regular con dispositivos electrónicos.
Por otro lado, es sustancial reconocer que la pandemia también dejó huellas en la salud visual. Flor de María Elisa Del Carpio Medina, médico oftalmólogo del Hospital Nacional Carlos Alberto Seguín Escobedo y especialista en oftalmología pediátrica, afirma que en los últimos años se ha registrado un aumento alarmante de casos de miopía en niños. Antes era común que esta afección se presentara a partir de los 20 años, pero hoy se observan menores de 4 o 5 años con grados altos de miopía. Esto responde a una combinación de factores: predisposición genética, largas horas frente a pantallas y poca exposición a la luz natural.
Frente a este panorama, Del Carpio afirma que la prevención es clave. Promover actividades al aire libre, juegos que no involucren pantallas, deportes y caminatas son medidas que ayudan a contrarrestar el esfuerzo visual. También recomienda que las personas que trabajan o estudian frente a dispositivos electrónicos se realicen chequeos oftalmológicos regulares. En Arequipa, donde la radiación solar es alta durante todo el año, usar lentes con filtro UV y antirreflejo no es una opción, sino una necesidad.

Un aspecto que no debemos pasar por alto, es la forma en que usamos los dispositivos. La ergonomía visual importa, la especialista nos da los siguientes lineamientos. La computadora debe ubicarse a la altura de los ojos o ligeramente por debajo, además de estar a la distancia del largo de nuestros brazos; por otro lado, el celular debe estar hacia abajo y con unos 35 centímetros de distancia. Ver el celular recostado, sobre todo mirando hacia arriba, obliga al ojo a abrirse más y genera mayor fatiga ocular. Asimismo, activar el modo lectura o filtro de luz azul a partir de las seis de la tarde puede reducir significativamente el impacto de la luz en la retina.
Este último consejo no solo ayuda a la salud visual. La luz azul también afecta el sueño. Por la noche, la exposición a esta radiación inhibe la producción de melatonina, la hormona que regula el descanso. El cerebro interpreta que aún es de día y retrasa el inicio del sueño, lo que provoca insomnio en muchas personas. Por ello, usar filtros cálidos en las pantallas después del anochecer protege no solo la vista, sino también el equilibrio del reloj biológico.
Cabe recalcar, que el impacto de las pantallas varía según la etapa de vida. En la infancia, puede afectar el desarrollo físico, emocional y social tal y como se mencionó anteriormente. En los jóvenes y adultos, la fatiga visual y los problemas de enfoque son más comunes. Y en los adultos mayores, el uso prolongado de pantallas puede agravar enfermedades preexistentes como glaucoma, cataratas o incluso provocar degeneración macular, una patología que puede llevar a la ceguera.
En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, es complicado imaginarnos un futuro, ya sea cercano o lejano, sin estar usando el celular para ver las redes sociales, o la laptop para hacer los trabajos, o incluso el televisor para ver alguna película o serie. No podemos despegarnos de ellos, pero podemos empezar a tener una convivencia equilibrada que reduzca el impacto en nuestra salud. La prevención, el autocuidado y el conocimiento son nuestros mejores aliados para evitar que una herramienta útil se convierta en un factor de riesgo.