Sedapar no avanza con la obra que evitaría cortes en tiempo de lluvia

Por Jorge Turpo R.

El cambio del punto de captación de agua para las plantas de tratamiento fue anunciado como una solución definitiva, pero medio año después todo sigue en el papel.

URGE DESARROLLO DEL PROYECTO

La ciudad de Arequipa sigue a merced del clima. Cada temporada de lluvias se convierte en una amenaza para el acceso al agua potable de sus más de un millón de habitantes. Y lo más alarmante es que, pese a tener identificada la solución técnica, Sedapar aún no avanza con la obra que podría evitar que se repita la historia de cortes masivos como el ocurrido en 2023, cuando la ciudad entera estuvo más de cuatro días sin servicio.

El proyecto clave es el cambio del punto de captación de agua para las dos principales plantas de tratamiento de Sedapar: La Tomilla y Miguel de la Cuba.

Ambas dependen del agua que captan del río Chili en el sector del valle de Chilina. Sin embargo, cuando los huaicos arrastran lodo y piedras hacia ese cauce —como ocurre cada vez que llueve intensamente en las faldas del Misti— las bocatomas colapsan. El agua se vuelve inservible para el tratamiento, y la ciudad simplemente se queda sin servicio.

Después de aquella emergencia de febrero de 2023, se planteó como solución trasladar el punto de captación a la salida de la Central Hidroeléctrica Charcani V.

¿La ventaja? Allí el agua ya ha sido turbinada y llega limpia, libre de sedimentos. Un ducto de apenas tres kilómetros bastaría para transportar ese caudal hacia las plantas de tratamiento. No se trata, pues, de una megaobra, sino de una intervención técnica sencilla, eficaz y urgente.

El ingeniero Isaac Martínez, exgerente de la Autoridad Autónoma de Majes (Autodema) y especialista en temas hidráulicos, insiste en que este proyecto debería ser una prioridad regional.

“No es una infraestructura de gran envergadura, pero su impacto es enorme. Bastaría con una tubería bien instalada para garantizar que, en época de lluvias, el agua potable siga fluyendo a los hogares arequipeños”, explica.

En diciembre del año pasado, la gerente de Sedapar, Janet Montoya, anunció en conferencia de prensa que el proyecto ya contaba con viabilidad técnica y que su ejecución se financiaría a través de una contraprestación de servicios con la Sociedad Minera Cerro Verde.

Incluso se habló de un presupuesto estimado de 30 millones de soles. La expectativa fue alta. Pero desde entonces, nada.

Para la elaboración de este artículo, se solicitó en reiteradas ocasiones —de forma formal y por distintos canales— información actualizada sobre el estado del proyecto. Sedapar no respondió. Solo informaron, escuetamente, que trasladarían la consulta al área de proyectos. Hasta hoy, esa área no se ha pronunciado.

La situación no deja de ser preocupante. Ha pasado medio año desde aquel anuncio oficial, y no hay ninguna señal visible de que la obra se encuentre en fase de ejecución, ni siquiera en proceso de licitación o asignación presupuestal. Todo indica que Arequipa volverá a enfrentar la temporada de lluvias sin una infraestructura básica que la proteja de cortes masivos del servicio.

Y cuando eso ocurre, la alternativa es precaria: camiones cisterna. Pero Sedapar solo cuenta con dos puntos habilitados para el llenado de estos vehículos, lo que ralentiza enormemente la distribución.

En 2023, el reparto fue caótico. Hubo colas interminables, protestas de vecinos, disputas por baldes de agua e incluso retenciones forzadas de cisternas por parte de usuarios desesperados.

Isaac Martínez, exgerente de la Autoridad Autónoma de Majes.

“La solución no es llenar más baldes ni repartir agua en camiones. La solución es que el agua no falte”, señala Martínez, con la frustración de quien ve cómo se aplaza, una y otra vez, una obra que técnicamente es viable, financieramente factible y socialmente urgente.

Cada día sin avance en este proyecto es una apuesta por la improvisación y una resignación al caos. La temporada de lluvias no esperará. Arequipa necesita respuestas y acciones concretas, no más promesas. La ciudad ya pagó el precio de la desidia. No puede volver a hacerlo.

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