Infantes sobreestimulados: El nuevo reto de los profesores

Por: Daniela Santander R.
Niños menores de un año expuestos a pantallas ahora tienen escasa tolerancia a la frustración, la espera y el esfuerzo.
La infancia de hoy está marcada por una intensa exposición a estímulos digitales. Y aunque a primera vista pareciera algo inevitable en una era hiperconectada, sus consecuencias ya se sienten en las aulas. La psicóloga infantil Carmen Rosa Rojas, investigadora en la Universidad Peruana Cayetano Heredia, magíster en Psicología Clínica y de la Salud, y terapeuta de lenguaje, alerta sobre cómo la sobreestimulación digital en los primeros años de vida está modificando el desarrollo neurológico y afectivo de los niños, y planteando nuevos desafíos para los docentes.

“Los pequeños llegan al colegio con la atención fragmentada, baja tolerancia al aburrimiento y dificultades para concentrarse o gestionar sus emociones”, advierte. Este patrón responde a una exposición temprana a pantallas que genera una activación sensorial rápida, constante y artificial. En lugar de experiencias reales como el juego libre, el contacto humano y el lenguaje espontáneo, los niños son estimulados desde muy pequeños por imágenes brillantes, sonidos acelerados y gran cantidad de contenidos cambiantes.
El impacto no es solo conductual. Rojas Boiza explica que el uso excesivo de pantallas puede afectar la mielinización de la sustancia blanca del cerebro, un proceso crucial para funciones como el razonamiento, la comprensión y la regulación emocional. También se han evidenciado retrasos en el lenguaje, problemas de motricidad y dificultades en el procesamiento sensorial en niños menores de 18 meses. Y el sueño infantil tampoco escapa, la luz de las pantallas reduce la melatonina, provocando insomnio e irritabilidad.
Ante este panorama, muchos docentes se enfrentan a un nuevo perfil infantil, niños con escasa tolerancia a la frustración, espera o al esfuerzo. Por lo tanto, los maestros deben adaptarse a enseñar en un entorno donde la atención sostenida ya no es natural para muchos alumnos. Lograr la concentración de un grupo de niños hoy en día es mucho más desafiante que hace tan solo una década atrás.
Por eso, el rol de los padres resulta fundamental. El estilo de crianza actual, marcado por padres más pendientes de un celular, interfiere en la formación del apego seguro. Esta desconexión afecta el vínculo afectivo, limita las oportunidades de aprendizaje social y deteriora la capacidad del niño para adaptarse al mundo físico.
A esto se suma el debate sobre la escolarización temprana. ¿Cuánto tiempo deben pasar los niños en nidos o guarderías? Para Rojas, depende de cada etapa: Entre 1 y 2 años, lo recomendable es entre 2 a 4 horas diarias. Para niños entre 2 y 3 años, de 3 a 5 horas; y entre los de 3 y 5 años, hasta 6 horas si el entorno es cuidado y estimulante. “La edad ideal para ingresar al nido es entre los 2 y 3 años, si el niño ya muestra autonomía y curiosidad por socializar”, indica.
Además, recomienda que niños menores de un año no usen pantallas en absoluto. Entre los 2 y 5 años, solo una hora diaria de contenido educativo, y siempre bajo supervisión adulta. Pero advierte: el ejemplo del adulto es lo más importante. “Si los padres están siempre con el celular, el niño también lo querrá. La autorregulación comienza por nosotros”.

Para enfrentar este desafío, Rojas Boiza insiste en que no basta con limitar las pantallas. Es urgente recuperar espacios de juego, contacto físico, lectura compartida y presencia emocional. Solo así se podrá construir una generación capaz de aprender, socializar y adaptarse en un mundo que necesita más humanidad que algoritmos.