Cuando no trabajas en lo que estudiaste

REFLEXIONES

El Ministerio de Trabajo del Perú hace público un dramático informe en el que señala con preocupación que más del 60 % de la población trabaja en ocupaciones no relacionadas con lo que estudiaron en educación superior. Esto afecta fundamentalmente a los jóvenes y, es evidente, que nos llama profundamente la atención sobre las posibles causas e, imperativamente, activar respuestas ante semejante situación de debacle social y la evidente desorientación masiva del talento.
Ello significa, en principio, que los miles de jóvenes que son formados en instituciones superiores no están calzando con la demanda requerida a la cual dedicaron recursos ingentes. Es posible que tanto la logística y el complejo aparato estructural montado por las organizaciones educativas estén volcando desproporcionadamente sus esfuerzos en el entrenamiento de individuos que no serán requeridos por la sociedad. Hay una llamativa falla que atraviesa todo el sistema educativo que requiere ser analizada.
Las primeras respuestas intentan señalar que en la temprana edad de nuestra población, en la que tiene que tomar decisiones de interés profesional, se mantiene una sensación compartida de incertidumbre al tener incipientes acompañamientos de evaluación vocacional, dejando las decisiones finales al azar o a solo factores emocionales. Es decir, para contrarrestar inicialmente esta desfavorable situación, se requiere de un consolidado sistema de guía y mentoría profesional que minimice el impacto negativo de una elección errada y, más bien, sea el eje principal y con la pertinente trazabilidad para una correcta orientación en las tan cruciales precisiones para estudiar. Hay demasiado en juego para dejarlo a la suerte o a la casualidad.
A ello también se suma que habría profesiones cuya demanda tiende a la inexistencia o están en vías de desaparición tanto por el surgimiento de nuevas necesidades laborales dadas por la transformación tecnológica como por la inadecuación de estas con las inéditas demandas laborales. Y, claro, todavía subsisten carreras profesionales que tienen planes de estudios arcaicos, desactualizados y que se han convertido en rezagos de un modelo desfasado de aprendizaje. Además, con estancias académicas demasiado largas y redundantes que al final cuando un estudiante egresa se tornan inadecuadas y descontextualizadas para un entorno que cambia sus requerimientos con otra velocidad y exige otras destrezas.
Esa ruptura entre lo que se forma profesionalmente y lo que se necesita laboralmente es tan grave que diluye a niveles graves el talento de los peruanos. El hecho de que se estudie a sabiendas de que no hay trabajo para esa profesión o que se requieran otras competencias y habilidades que no tienen que ver con los años dedicados a la vida educativa superior nos debe hacer reflexionar profundamente sobre los objetivos y estructura actual de la educación.