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SIN AMBAGES
¡Al ataque!
Por Úrsula Angulo

Entonces, llegan los coches (así les dicen a los vagones) y las locomotoras, y de esa manera un tren va a unir dos lugares y va a reducir el tiempo que dura el viaje de dos horas a veinticinco minutos, poco más o poco menos. Quienes tienen esa ruta diariamente deben estar felices con la noticia porque si trabajan cerca de la última estación, ahora no tendrán que madrugar —por lo menos no tanto— y llegarán de regreso a casa para disfrutar de sus familias y no para encontrar a sus pequeños justo cuando están por irse a dormir. Maravilloso, qué alegría; quizá quienes no necesitan este tren también lo utilizarán de vez en cuando como para dar un paseo y ver cómo es. Porque el tren se ve bonito y cómodo, con espacio para tu bicicleta y tus maletas. Como para decir: “Hola, Europa. Qué bonito tu tren, se parece a uno que yo también tengo en mi país”.
Parece que se ve progreso al final del túnel, qué lindo. Se comprende que no se tratará simplemente de colocar el tren sobre los rieles y echarlo a andar. Muy probablemente, se necesitan sellos, firmas, formularios azules, formularios verdes y un formulario más del que seguro no te avisaron, pero que también se necesita, sino no se puede. ¡Ah!, y también quizá algo como un SOAT ferroviario. Se comprende todo eso, como para asegurarnos de que todo esté en orden, claro.
Hasta ahí, se entiende; más bien, ojalá que todo ese trámite no demore mucho. Sin embargo, empiezan los peros. Algunos, con sentido; otros, sin pies ni cabeza. Se escuchan argumentos que mencionan, por ejemplo, que este sería un tren altamente contaminante porque funciona con petróleo. Así, pareciera que se busca oponerse a como dé lugar.
Depende de quién trajo el tren, si me simpatiza o no, y haciendo ese análisis vemos si apoyamos este proyecto o le damos la espalda. Porque pareciera que lo importante es que este tren siga los rieles y regrese hasta el lugar de donde vino, como para que nadie vaya a estar aplaudiéndole a quien lo trajo, faltaba más. Sí, este tren ayudaría a muchas personas, les hace la ruta más corta, les da más tiempo con sus familias, les da comodidad y podríamos enumerar muchos beneficios más, pero da la impresión de que eso no fuera para nada importante. Pareciera que lo importante es oponerse porque quien lo trajo no me agrada o porque sí.
Esos coches (así les dicen a los vagones) y esas locomotoras ya están aquí, entraron al país. Falta esto o no tiene lo otro, y digámoslo así, claro, pero corrijamos y veamos a ese tren llevar a muchas personas en tan poco tiempo hasta su destino. Entonces, hagamos que ese tren funcione no para aplaudir a alguien, sino porque va a ayudar a muchos.
Y pensemos en este tren con todos sus pasajeros felices en la comodidad de sus asientos cuando en nuestro día a día se nos presenten proyectos que vayan a resultar beneficiosos, incluso si la idea es del pesado de la oficina o del colega que no me agrada porque siempre se ha creído no sé qué. Enfoquémonos en resolver y sigamos adelante, no vayamos al ataque.
