Arequipa cerrará este año con 22 mil vehículos nuevos en calles y avenidas
Por Jorge Turpo R.
El presidente de la CCIA, Carlos Fernández, advierte que sin un plan vial ni medidas como el bono de chatarreo, el tránsito está camino al colapso.
RÉCORD DE VENTAS QUE AGRAVA LA CONGESTIÓN
Arequipa vive un fenómeno que parece imparable: la invasión de vehículos. Sólo hasta agosto de este año se han vendido 13 mil 931 unidades nuevas, un incremento del 23 % en comparación con el 2024, cuando en el mismo periodo se registraron 11 mil 133.
La proyección es clara, al cierre del 2025 ingresarán al menos 22 mil vehículos nuevos a las calles de la ciudad. Un parque automotor que crece sin freno en una urbe que mantiene las mismas avenidas estrechas y congestionadas de siempre.
El dato, en apariencia alentador para la economía local, tiene un lado oscuro que empieza a sentirse con más crudeza en la vida diaria. El tránsito se ha convertido en uno de los principales factores que deterioran la productividad y la calidad de vida.
Los embotellamientos no solo implican pérdida de horas hombre atrapadas en el tráfico, sino también mayor contaminación ambiental y más estrés para los ciudadanos.
El presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa (CCIA), Carlos Fernández, ha levantado la voz de alerta. Para él, la situación se ha vuelto insostenible.
“Se necesita un plan vial integral. No podemos seguir recibiendo vehículos nuevos sin que salgan de circulación los que ya cumplieron más de 20 años. Urge implementar un bono de chatarreo”, señaló.
Su propuesta es clara: si el mercado automotor crece cada año, debe existir una política pública que incentive el retiro de unidades viejas a cambio de la compra de vehículos más modernos y menos contaminantes.
La idea de un plan de chatarreo no es nueva, pero en Arequipa nunca se concretó. Consiste en ofrecer un bono económico para quienes entreguen su vehículo antiguo, con el objetivo de que este sea retirado del tránsito.
Paralelamente, se plantea establecer incentivos para unidades nuevas o con un máximo de tres años de antigüedad, así como mayores impuestos a los vehículos viejos.

“No podemos quedarnos solo en el diagnóstico, necesitamos acción inmediata”, insistió Fernández.
El problema no es únicamente la cantidad de autos nuevos que ingresan. Cada año, en Arequipa se comercializan alrededor de 30 mil vehículos usados que no salen del mercado. Simplemente cambian de dueño y siguen circulando.
El resultado es un parque automotor cada vez más saturado, compuesto por unidades nuevas, seminuevas y muchas obsoletas, que compiten por las mismas vías.
La explicación del incremento en la venta de autos tiene varias aristas. Por un lado, la recuperación económica impulsa el consumo. Por otro, la precariedad del transporte público convierte al vehículo particular en una necesidad más que en un lujo.
Miles de familias optan por comprar un auto como única forma de asegurar movilidad, aun cuando eso implique contribuir al caos vehicular.
“El deficiente transporte público es un factor decisivo. La gente necesita trasladarse, no puede esperar que el sistema integrado funcione de manera eficiente”, señaló Fernández.
El mercado automotor refleja además tendencias preocupantes. El vehículo más vendido en lo que va del año no es un auto compacto, sino las llamadas “loncheritas”, pequeñas combis con capacidad para diez pasajeros.
Solo en el primer semestre se comercializaron más de tres mil unidades de este tipo. A ellas se suman las camionetas SUV, otro de los segmentos con mayor crecimiento. Es decir, no se trata únicamente de autos pequeños que ocupan poco espacio, sino de vehículos grandes que agravan la congestión.
AVENIDAS TRUNCAS
A la sobreoferta de autos se suma un déficit histórico en la infraestructura vial. Arequipa tiene avenidas inconclusas y proyectos postergados que podrían aliviar la carga del tránsito.
La prolongación de la avenida La Marina, la interconexión de la avenida Metropolitana con la Variante de Uchumayo, y la avenida de la Cultura hacia Paucarpata son obras pendientes que, de concretarse, ayudarían a descongestionar varios sectores de la ciudad.
También urge desarrollar anillos viales o ejes que conecten de norte a sur, proyectos que duermen en el papel mientras el parque automotor no deja de crecer.
La advertencia de Fernández no es nueva. El año pasado ya pidió que se empiece a trabajar seriamente en un plan integral de transporte. Hoy, con las cifras en la mano, el llamado es más urgente que nunca.
Si no se toman medidas, el ingreso de 22 mil vehículos nuevos en 2025 será solo un preludio de un colapso mayor.
El dilema es evidente, mientras más autos entran, más difícil se vuelve desplazarse por la ciudad. El crecimiento económico impulsa la venta de vehículos, pero la falta de planificación vial los convierte en un problema y no en una solución.
En Arequipa, tener un auto ya no garantiza movilidad; muchas veces significa pasar más tiempo atrapado en el tráfico.
El parque automotor no deja de crecer, pero las avenidas siguen siendo las mismas. Cada carro nuevo que se vende en Arequipa es, al mismo tiempo, un símbolo de progreso económico y una señal de alarma para el futuro inmediato. La ciudad necesita decidir si seguirá acumulando vehículos sin rumbo o si, de una vez, empieza a planificar un sistema vial que evite que la congestión termine por asfixiarla.
