Arequipa y el Perú: una oportunidad para crecer juntos

En tiempos en los que abundan las noticias sobre crisis, conflictos y dificultades, es necesario detenernos un momento para reconocer los avances, las oportunidades y, sobre todo, la capacidad que tienen nuestras ciudades y nuestro país para seguir creciendo. El Perú y, en particular, Arequipa atraviesan un momento decisivo en el que la unión de esfuerzos puede marcar la diferencia entre quedarnos atrapados en los problemas o transformarlos en motores de desarrollo.

Uno de los principales activos con los que contamos es nuestra gente. Los peruanos han demostrado, una y otra vez, que frente a la adversidad surgen el ingenio, la solidaridad y la perseverancia. En Arequipa, vemos a diario cómo emprendedores, estudiantes, agricultores, profesionales y trabajadores de distintos sectores se levantan temprano para dar lo mejor de sí. Esa constancia es la base de una sociedad que no se rinde.

La región es un ejemplo claro de lo que significa mirar hacia adelante. Con una economía diversificada, que abarca desde la minería hasta la agroexportación, pasando por la gastronomía y el turismo, Arequipa se proyecta como una tierra de oportunidades. No todo es fácil, por supuesto: la informalidad, la inseguridad o la falta de servicios públicos de calidad siguen siendo retos. Pero lo positivo es que existe conciencia de ello y que cada vez más ciudadanos y autoridades entienden que los cambios duraderos se construyen con diálogo y con visión de futuro.

El país entero se encuentra en un escenario en el que urge recuperar la confianza en las instituciones, en la política y en la posibilidad de que sí es posible tener un mejor futuro. Esa confianza no se impone, se construye día a día con gestos, con ejemplos y con políticas públicas que coloquen al ciudadano en el centro de las decisiones. Y aunque los titulares suelen enfocarse en la confrontación, también es cierto que hay historias esperanzadoras de comunidades que se organizan para mejorar sus barrios, de jóvenes que destacan en la ciencia o en el deporte, y de empresas que apuestan por la innovación sostenible.

Nuestro país posee una riqueza cultural y natural que pocos en el mundo pueden exhibir. La diversidad de paisajes, idiomas y tradiciones debería ser, más que un motivo de división, una fortaleza. En Arequipa lo vemos con claridad: el amor por nuestra historia y por nuestro patrimonio no nos aleja del progreso, sino que nos impulsa a encontrar un camino propio, donde el desarrollo conviva con la identidad.

Hoy, más que nunca, necesitamos cultivar un espíritu de unidad. El Perú no puede permitirse seguir en la lógica de la fragmentación y del pesimismo. La pandemia nos dejó una lección dura pero clara: cuando actuamos juntos, cuando nos cuidamos mutuamente, somos capaces de superar incluso los peores momentos. Esa enseñanza debería guiar la manera en que enfrentamos ahora los desafíos económicos y sociales.

Ser positivos no significa ser ingenuos. Implica reconocer lo que aún falta, pero con la convicción de que sí se puede avanzar. La crítica es necesaria, pero también lo es la propuesta. Y la mejor propuesta es la que suma voluntades, no la que resta. Los peruanos necesitamos líderes que inspiren, pero también ciudadanos que participen activamente en la construcción de soluciones.

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