Generación Z… cuídate

Pedro Rodríguez Chirinos

Asociación Rerum novarum

Entendemos que la generación Z comprende a los peruanos nacidos aproximadamente entre 1995 y 2010. Sucediendo a la generación X (1965-1980) y a los Millennials (Generación Y, 1981-1994). Por una simple secuencia alfabética, X…Y…, se asignó la letra «Z» a este séquito. Las edades pueden acumularse, es decir, así como se siguen se suman, ejemplo ese grupo es YZ.

El término ganó notoriedad masiva en 1994, en Estados Unidos, cuando el diario USA Today lo utilizó para referirse a los adolescentes de aquel momento. En el contexto peruano, este grupo representa cerca del 30 % de la población (6 millones) y se perfila como un actor decisivo en las próximas elecciones y transformaciones sociales. Su llegada implica un notorio cambio cultural y político respecto a las generaciones anteriores.

En lo demográfico se ubica principalmente en las zonas urbanas, aunque su presencia se expande en áreas rurales con acceso digital. Iniciaron su participación electoral masiva en 2021, y se proyecta que para 2026 superarán los seis millones de votantes, consolidándose como un bloque clave en la definición de la segunda vuelta electoral.

Ellos acceden a la educación superior, pero perciben y viven las fuertes desigualdades entre lo urbano y rural. Entre la oferta pública y privada de la educación, entre una educación relevante y una intrascendente. La pandemia forzó una inmersión en la educación virtual masiva, lo que subrayó la urgencia de reconocer la conectividad como un derecho esencial.

Entre ellos campea un mercado laboral donde la informalidad, es decir, algún aspecto legal no se cumple o todos en sus “contratos laborales”; tales como el pago de horas extras, las vacaciones, la salud, por mencionar algunas. No obstante, demuestran una fuerte inclinación hacia el emprendimiento digital y la innovación tecnológica, impulsando una nueva dinámica económica juvenil.

Son una generación de “nativos digitales”, donde se da una vida virtual en las plataformas TikTok, Instagram y WhatsApp. Los nuevos líderes de sus existencias son los que crean contenidos, creen en ellos y se juegan su confianza en desmedro de los medios tradicionales, llámense TV, periódicos, etc. Esta dinámica obliga a los actores políticos y sociales a diseñar sus mensajes en formatos visuales, directos y concisos.

En ellos existe una marcada desconfianza hacia las instituciones tradicionales: partidos políticos, Congreso y Estado. Sin embargo, no son pasivos. Su participación se manifiesta a través de protestas específicas y activismo digital, rechazando las estructuras rígidas de la militancia. Fueron centrales en movilizaciones, como las marchas contra la vacancia del 2020. Sus valores se centran en la igualdad de género, la diversidad cultural y sexual, y la protección medioambiental.

De ellos podemos decir que su identidad es una síntesis entre el orgullo por sus raíces locales (tradiciones y lenguas originarias) y un amplio consumo de cultura global (K-pop, anime, música urbana). Esta hibridez contribuye a la formación de nuevas y complejas formas de ciudadanía intercultural.

Nos parece que esta Z peruana se caracteriza por ser crítica, hiperconectada y movilizada por causas que trascienden fronteras. Su creciente peso político en los próximos comicios conlleva tanto riesgos (como el voto volátil y la desafección institucional) como oportunidades (incluyendo la renovación de liderazgos y el impulso de agendas progresistas).

Mientras “Chau, me voy a hacer un live”

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