Los textos del Periodismo

Por Willard Díaz

Permítanme primero unas palabras sobre el autor.

Hace muchos años éramos jóvenes, solteros e irresponsables, de modo que quisimos estudiar Literatura, una carrera para ilusos que según nuestros sensatos familiares y amigos nunca nos daría el dinero como para mantener a una familia. Aun así, nos matriculamos en la Escuela de Literatura de la Universidad Nacional de San Agustín.

Ahí es donde nos encontramos José Antonio Chávez y yo. Al comienzo, en los dos primeros años, éramos unos diez alumnos en el salón, pero poco a poco la madurez se llevó a la mayoría hacia otras facultades. Los dos últimos años de estudios él y yo éramos los únicos alumnos de la promoción que quedaban, de manera que cuando uno faltaba el cincuenta por ciento de la clase faltaba. Si por casualidad ni él ni yo íbamos un día a la universidad, los profesores se quedaban sin nada qué hacer.

Teníamos excelentes profesores en los años 70. Nos enseñaron Antonio y Jorge Cornejo Polar, Raúl Bueno Chávez, Walter Garaicohea, Aníbal Portocarrero, Judith Salomón, Pier Zampetti, Edgar Guzmán Jorquera, Enrique Azálgara Ballón: una generación brillante de maestros. Cuando terminaron los estudios, sin nada que hacer, nos dedicamos a publicar revistitas literarias, y es cuando la amistad entre José Antonio y yo se estrechó, pues él junto a su esposa fundó una pequeña imprenta en el distrito de Mariano Melgar, calle Comandante Canga, en la que se empezaron a publicar importantes libros sobre Arequipa. Ahí fue que iniciamos nuestras juveniles carreras de escritores editores.

Poco más tarde José Antonio ingresó a la docencia en nuestra Escuela de Literatura y años después lo hice yo, fuimos colegas entonces, y durante treinta y cinco años hemos compartido en el viejo pabellón de sillar de la avenida Independencia, la amistad y los proyectos; y luego las visitas familiares.

El año en que a José Antonio se le ocurrió organizar un Encuentro Internacional sobre Enseñanza de Lengua y Literatura, nos metimos los dos de cabeza en una empresa más grande que nuestras respectivas capacidades, de la cual salimos triunfadores y unidos en un fuerte abrazo el día de la clausura. Ha sido el único encuentro de ese tipo y de esa magnitud que se ha realizado en nuestra escuela el siglo pasado. Aún repetimos el plato poco después.

José Antonio Chávez ha sido Jefe del Departamento y Director de la Escuela de Literatura numerosas veces. Dejo constancia que en todo ese tiempo ha sido un eficiente organizador, pero sobre todo una persona completamente justa y respetable.

José Antonio ha mostrado durante décadas el máximo respeto por las personas, por los reglamentos, por los valores. Luchando contra la marejada de oportunistas y manipuladores que a finales del siglo pasado empezó a hacerse de la administración académica universitaria en todo el país, Chávez Zevallos ha representado con dignidad todavía a la vieja escuela humanista en la que ambos nos formamos.

La orientación que él escogió dentro de nuestra escuela fue la didáctica de la Lengua y la Literatura; su tarea fue desarrollar las competencias que favorecieran el desempeño de los egresados en el campo ocupacional más cercano y promisorio, el de las ciencias y tecnologías lingüísticas aplicadas. Ha enseñado, ha practicado, ha escrito para profesores de Literatura, para periodistas, para redactores y correctores a lo largo de varias décadas, especializándose y especializando a nuestros estudiantes en estos campos anexos a la profesión desde los cuales pudieran seguir sus vocaciones artísticas y al mismo tiempo ganaran los ingresos necesarios para llevar una vida familiar digna.

Fruto de esa misión autoimpuesta han sido los libros y manuales que ha publicado a lo largo de varias décadas, a los que se añade el que hoy parece resumir lo mejor y más útil de todos ellos.

Este libro, titulado “Los textos del periodismo”, en su subtítulo precisa aun más la intención comunicativa del autor, “Orientaciones para un periodismo cada vez más literario”.

El periodismo es visto aquí como una función social comprometida con valores como la verdad y la objetividad. Bien sabemos que esos valores han sido puestos en cuestión por la práctica real de nuestros periodistas actuales, muchos al servicio de empresas y empresarios con marcadísimos propósitos alienantes, de poder y de control de la llamada “opinión pública”.

Algunas palabras sobre el contenido del libro ahora.

El propósito evidente del manual de José Antonio es devolver a los periodistas y a los estudiantes de periodismo las herramientas para un ejercicio profesional y técnico que respete la objetividad informativa y al mismo tiempo la estética de la redacción.

El libro pone en primer lugar los vínculos que debe haber entre la redacción periodística y la estética literaria. En el prólogo nos dice: “Las fronteras de ambas prácticas de escritura se vuelven cada vez más tenues. En tanto la literatura más se adapta a la veracidad y la cotidianidad de los tiempos, el periodismo va evolucionado hasta convertirse en una especie más literaria. Son tantos los periodistas que utilizan a la literatura para revivir y transformar en arte los hechos que atestiguan la realidad. Por otro lado, se busca una dirección a la existencia y un acercamiento a la literatura; por ello, algunos novelistas incursionan en la prensa escrita para orientar con sus ideas y observaciones acerca de eventos reales de la actualidad”.

El cuerpo del libro presenta los textos del periodismo, los que antes eran llamados géneros periodísticos; estos son la noticia, el reportaje, la entrevista, el artículo y la crónica. En cada uno de los casos nos brinda definiciones operativas, clasificaciones y sub clasificaciones, además ilustra la estructura que debe adoptar cada uno de ellos, los requisitos técnicos y de escritura que deben cumplir y da varios ejemplos maestros para cada tipo de texto.

La redacción de la obra es eficiente, clara y precisa, de modo que el libro funciona como un manual de consulta práctica. Un perfecto material didáctico.

La última parte está dedicada a tres cuestiones formales fundamentales en la redacción: la elaboración de la portada, la redacción de los titulares, y la elección y cuidado del lenguaje y el estilo periodísticos.

Al final hay una detallada bibliografía para quién desee ampliar su investigación.

Estamos pues ante una obra que es fruto de la experiencia personal de José Antonio en el campo del periodismo a lo largo de varias décadas, a la cual se suma una base académica que sustenta las prácticas señaladas con nociones extraídas desde los campos de la lingüística del texto y la creación literaria.

Por todo ello, este libro servirá perfectamente para mejorar la capacitación personal de los estudiantes de periodismo, pero también ayudará a todos aquellos que, sin ser periodistas graduados, ejercen la práctica por pura vocación personal, para que se guíen por las normas y modelos mejor elaborados en cada tipo de texto.

El propósito de “Los textos del periodismo” es a la vez didáctico, estético y deóntico. De allí, creo yo, el enorme valor que va a adquirir en los campos de la profesión. Agradecemos a José Antonio por entregarnos esta nueva obra.

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