Hay que saber llegar
PERÚ COMPETITIVIDAD

En la inversión pública peruana, no se trata solo de empezar antes o más rápido, sino de llegar a la meta con obras concluidas y funcionando. El problema es que, en demasiados casos, no ocurre ni lo uno ni lo otro. Un reciente estudio del Consejo Privado de Competitividad (CPC), que analiza la capacidad de gestión de la inversión pública entre 2010 y 2024, deja en claro que el país está atrapado en un ciclo de inicios masivos y cierres insuficientes.
A diciembre de 2024, existen más de 256 mil proyectos que recibieron viabilidad en ese periodo. De ellos, 86,8 % corresponden a gobiernos locales (GL), pero apenas 52,6 % han llegado a cerrarse. Los gobiernos regionales (GR) tienen una tasa similar (52,5 %) y el gobierno nacional (GN) presenta un desempeño aún menor (45,5 %). Dicho de otra manera: casi la mitad de los proyectos viables quedan inconclusos, con recursos invertidos pero sin impacto final para la ciudadanía.
El informe del CPC midió no solo la tasa de cierre, sino también la velocidad de ejecución, es decir, cuánto tiempo transcurre desde la declaratoria de viabilidad hasta el cierre del proyecto, ajustado por el monto invertido. Los resultados muestran que los GL son los más lentos: 3,6 años por cada millón de soles, frente a 2,8 años en el GN y 2,2 años en los GR. Esta información se sintetiza en el Índice de Velocidad de Ejecución que da seguimiento a la evolución entre el 2010 y 2024, observándose su deterioro desde el valor más alto al iniciar la serie (0,689) llegando a un mínimo de 0,488 en 2021. Ya a partir de 2022 hay una leve recuperación (0,510 en 2024), pero aún lejos de los niveles de hace más de una década. También se aprecia que mientras los GN y GR han logrado volver a niveles prepandemia, los GL, no.
El estudio también detecta que los proyectos de mayor escala tienden a ejecutarse con más eficiencia relativa, especialmente en GN y GR. En cambio, el 98 % de los proyectos cerrados por los GL cuestan menos de S/ 10 millones y el 69 % menos de S/ 1 millón. Esta atomización limita el impacto y dispersa la capacidad de gestión. Asimismo, las diferencias territoriales son notorias. Entre 2021 y 2024, sectores como Transportes y Comunicaciones o Defensa, y regiones como Tacna o Apurímac, muestran velocidades de ejecución superiores al promedio. En el lado opuesto, Pasco, Huancavelica y Junín concentran los peores resultados, tanto en GR como en GL.
El diagnóstico es claro: la inversión pública enfrenta deficiencias estructurales en capacidades técnicas, planificación y continuidad. Los incentivos políticos para declarar viabilidad a proyectos sin sustento sólido se traducen en un inventario creciente de iniciativas que no llegan a buen puerto. Quizá, como decía José Alfredo Jiménez en El Rey, “no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”. El problema es que, en materia de inversión pública, estamos fallando en ambas cosas: ni llegamos primero con calidad, ni sabemos llegar a tiempo y con obras concluidas.
En tiempos de recursos limitados, cada sol cuenta. Y la única manera de honrarlo es asegurando que las obras no solo empiecen, sino que terminen bien y a tiempo. Porque, como demuestra el Informe del CPC, la meta no es aprobar más proyectos, sino entregar resultados reales a la ciudadanía. De lo contrario, lejos de celebrar, solo quedará —como en la canción— llorar y llorar.
