Obra que debió terminar en un año lleva 3 y hasta duplicó presupuesto
Por Jorge Turpo Rivas
La obra educativa se convirtió en el símbolo de la ineficiencia de la actual gestión regional. Padres de familia denuncian que sus hijos se desmayan porque soportan altas temperaturas en las aulas de drywall y techo de calamina.
ESCOLARES DEL GRAN AMAUTA EN AULAS PREFABRICADAS
La reconstrucción del colegio Gran Amauta, en el distrito de Miraflores, se ha convertido en el símbolo de la ineficiencia. Una obra que debía culminarse en un año ya lleva tres años en ejecución, ha duplicado su presupuesto y mantiene a más de 700 escolares estudiando en condiciones precarias.
El proyecto comenzó en septiembre de 2022 con un plazo de 300 días calendario y un presupuesto inicial de 18 millones de soles. Hoy, después de múltiples postergaciones, no solo se ha superado largamente el tiempo establecido, sino que el gasto ya supera los 30 millones de soles. Pese a ello, la infraestructura educativa aún no está lista.
El presidente de la Asociación de Padres de Familia (APAFA), José Mendoza, no oculta su indignación. “En septiembre se cumplen tres años de ejecución de la obra y aún no se entrega. Pedimos a las autoridades que pongan énfasis en este proyecto”, reclamó.
Los padres de familia recuerdan que el gobernador Sánchez prometió entregar el plantel en agosto de este año.
Sin embargo, desde la Gerencia Regional de Infraestructura les comunicaron que el nuevo plazo será diciembre, bajo el argumento de que el avance físico ya llegó al 97 % y solo falta la implementación con equipos de cómputo y mobiliario.
Pero Mendoza y los padres de familia no confían. “Han sido tantas las veces que nos prometieron la entrega que ya no creemos. Lo más grave es que el presupuesto se ha agotado y ahora el Gobierno Regional está pidiendo una ampliación de 2 millones 400 mil soles adicionales. ¿Quién nos asegura que no volverán a pedir más?”, cuestionó.

ESTUDIANTES EN RIESGO
Mientras la obra se eterniza, los 700 estudiantes del Gran Amauta, de los niveles inicial, primaria y secundaria, siguen estudiando en aulas prefabricadas de drywall y calamina, instaladas en el colegio José Luna Pizarro como parte de un plan de contingencia.
El calor en estas aulas es insoportable. “Nuestros hijos se han desmayado en plena clase porque la temperatura dentro es muy alta. Estas aulas fueron pensadas para un año y ya llevan tres. Se están deteriorando y esta situación es insostenible”, denunció Mendoza.
La preocupación de los padres no es solo por la calidad del aprendizaje, sino también por la salud y seguridad de los escolares. El desgaste de los módulos temporales pone en riesgo la continuidad de las clases.
La ejecución de la obra bajo la modalidad de administración directa —donde el propio Gobierno Regional asume el papel de constructor— es otro punto en discusión. Según Mendoza, este modelo ha demostrado ser un fracaso.
“El Gobierno Regional no tiene la capacidad para manejar obras millonarias como constructor. Hubo momentos en que ni siquiera podían comprar ladrillos, fierro o cemento para el colegio. Por eso la obra sufrió varias paralizaciones y al final terminó costando casi el doble”, explicó.
Este caso no es aislado. El GRA llegó a tener más de 50 proyectos bajo administración directa, lo que ha sido duramente cuestionado por especialistas y dirigentes.
El Gran Amauta es hoy la prueba más evidente de que esa modalidad genera retrasos, sobrecostos y perjuicios económicos.
PROTESTA EN CAMINO
El malestar de los padres de familia ha llegado al límite. La APAFA advierte que, de no cumplirse el nuevo plazo en diciembre, organizarán un plantón multitudinario contra el gobernador Sánchez.
“Ya no podemos seguir esperando mientras nuestros hijos estudian en condiciones indignas. Queremos compromisos reales, no más promesas incumplidas”, dijo Mendoza.
Los padres esperan que el gobernador reciba a una comisión y dé la cara para explicar las razones de los retrasos. La falta de comunicación directa con la máxima autoridad regional ha incrementado la desconfianza y la sensación de abandono.
La historia del colegio Gran Amauta refleja un drama que se repite en muchas obras públicas de Arequipa: proyectos que se anuncian con entusiasmo, se inician con ceremonias y luego se estancan entre ampliaciones de plazo, sobrecostos y excusas burocráticas.
Lo que comenzó como una obra emblemática para mejorar la educación en Miraflores se ha transformado en un símbolo de frustración. Los escolares que debieron estrenar aulas modernas en 2023 llevan ya tres años en módulos temporales.
La comunidad educativa, que albergaba la ilusión de ver concluida la infraestructura en agosto, ahora debe conformarse con la promesa de diciembre.
“Esperamos que el próximo año, por fin, nuestros hijos puedan ocupar la nueva infraestructura. Pero con tantas mentiras que hemos escuchado, ya nadie está seguro de que eso ocurra”, expresó Mendoza con resignación.
Por ahora, el futuro del colegio Gran Amauta depende de que el Gobierno Regional consiga los 2,4 millones de soles adicionales y cumpla, al menos esta vez, con el compromiso de entregar la obra. De lo contrario, el costo no será solo económico, sino también social y educativo: cientos de estudiantes creciendo entre el calor sofocante de calaminas y la desesperanza de promesas incumplidas.
