Vivimos aferrados a lo que somos

“Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie” (Juan 8, 15).

Por: Dr. Juan Manuel Zevallos

El maestro del amor y del entendimiento vivió su existencia en un páramo llamado Israel. La pobreza y la insatisfacción de aquel pueblo eran grandes, su necesidad de creer podía llegar hasta el cielo, pero su costumbre por juzgar a aquellos que los rodean los hundía en las mazmorras de la esclavitud mental.

Jesús veía al pueblo que le rodeaba y no se fijaba en sus prejuicios, intranquilidades, insatisfacciones ni en la cólera y la ira que lucían sus ojos de pueblo dominado por Roma. Él veía más adentro, podía ingresar a la mente de cada uno de aquellos que se acercan a oírle y podía darse cuenta claramente de que en el fondo estaban confundidos y que más allá de su confusión mental había un hombre o una mujer que tenía la imposibilidad de evidenciar y compartir amor, había un ser humano que había decidido enclaustrarse en la celda de frustración con el fin de inhibir el dolor que fluía por su ser.

El maestro del amor conocía cada ínfimo pensamiento y sentimiento de aquellos que lo seguían y deseaba de corazón poder abrir aquellas cerraduras que los destruían, pero a la vez sabía Él que era quien para cumplir aquella labor ya que él podía abrir con su sola palabra ese encierro, pero cada vez que lo abriera la misma persona volvería a cerrarla, por miedo, por temor a vivir una experiencia (de amor) que le es ajena.

Mucha gente en el mundo vive bajo el síndrome del esclavo, que anhela la libertad y el gozo de no servir a alguien y que cuando alcanza su logro, de pronto siente miedo en el nuevo estado alcanzado y se arrepiente de lo pedido y, suplicando, implora volver a calzarse las cadenas de la servidumbre.

Deseamos vivir en un mundo de amor, pero a la vez deseamos seguir viviendo tal y cual hemos vivido hasta el momento. Nos suele aterrar el cambio, vivir una situación distinta y es que, sin darnos cuenta, uno se acostumbra a vivir en la podredumbre.

El maestro del amor y del entendimiento vino a este mundo no solo para cargar una cruz y ser crucificado en el Gólgota; vino a enseñarnos un mensaje distinto, vino a mostrarnos un espectáculo de vida lleno de gozo. El maestro de Galilea hizo un magisterio de felicidad, comprensión, paz y amor a lo largo de su existencia y yo vengo y te pregunto:

¿Por qué vives angustiado y triste?

¿Por qué te aferras al llanto y a la desesperación?

¿Acaso no sabes que el que más tiene más miedo desarrolla ante la incertidumbre de perder algún día lo que tiene?

¿Por qué te has olvidado de tus capacidades y de todo lo aprendido y por qué te humillas ante la crítica social y ante el vandalismo existencial de la dictadura de la belleza inalcanzable?

¿Quién eres y qué deseas en verdad en este mundo en donde te ha tocado existir?

¿Por qué no vuelves al mensaje del maestro del amor y la fe y por qué no entregas tu vida en seguir sus caminos de aprendizaje y paz?

Él nos enseñó que se podía vivir sin angustia, depresión y paranoia. La comunidad de consumismo que nos educa negligentemente nos ha enseñado que no se puede vivir sin tarjetas de crédito, autos del año, liposucciones y envidia por los logros ajenos.

¿A quiénes debemos de creerles?

¿Qué mensaje debe de primar en nuestra toma de decisiones?

¿Cuál crees que es el mejor camino para lograr sentirte mejor, en equilibrio y en amor personal?

Está en cada uno de nosotros la posibilidad de decidir. El regalo más grande que tenemos, como seres conscientes, es la libertad. Cada uno de nosotros somos constructores de la verdad o de la infamia de nuestras vidas. Podemos seguir viviendo en el pantano de la frustración y el desencanto o podemos, por el contrario, agitar las alas de la vida y elevar nuestro cuerpo hacia la montaña del entendimiento personal, de la comprensión humana y del diálogo constructivo.

Podemos hacer milagros con la existencia y el saber que hemos albergado a lo largo de los años. Podemos entregarnos al magisterio de la vida con amor, respeto y comprensión.

En verdad, somos los arquitectos de una vida que construyen su vida sobre la roca fuerte o sobre la arena de la playa.

Tenemos la capacidad de cambiar para asumir un compromiso pleno de vida. No dejemos de lado lo más valioso que tenemos. No podemos seguir desperdiciando un día más dé vida. Dejemos de juzgar a aquellos que nos rodean y dejemos de hacerlos responsables de un proyecto vital del cual somos plenamente conscientes y responsables. Es nuestro deber clarificar la mente y filtrar la información que nos destruye.

Hemos nacido en el amor más grande y tenemos lecciones de vida tan hermosas que solo basta con abrir los ojos y con degustar la savia de aquellas palabras hechas parábolas que el maestro de la inocencia y la comprensión nos dejó.

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