Crecimiento descontrolado de invasiones amenaza con desaparecer plantas nativas

Por: Daniela Santander R.

El abuso de la expansión urbana también vuelve a la ciudad más frágil frente al cambio climático.

Arequipa crece, pero sin planificación ni freno. El avance de urbanizaciones, muchas veces disfrazadas de proyectos inmobiliarios formales, está consumiendo nuestra campiña y terrenos naturales sin respetar la biodiversidad propia de nuestra región. Personas inescrupulosas simplemente pasan por encima de todo y de todos. Sin embargo, hoy el riesgo más grave es que especies endémicas de la zona desaparezcan para siempre a manos de una invasora.

El ingeniero agrónomo y doctor en Ecología Aplicada, Daniel Montesinos Tubee, alerta que la expansión urbana ha sucedido de una forma demasiado descontrolada, sin respetar la fauna ni flora. La situación se agrava porque la venta de terrenos se difunde abiertamente por personas sin preparación, ni respaldo técnico. Ellos solo buscan captar a toda costa compradores. Todo esto sin importar el peligro que corren las personas y menos las plantas, por lo que se acelera un crecimiento caótico.

Ofrecen terrenos sin control.

El déficit de áreas verdes es otro síntoma de este desorden. Según la OMS, debería haber seis árboles por habitante, una meta lejana para Arequipa. “Los pueblos y todo lo que lo conforma deberían tener forestación adecuada. Sin embargo, se están introduciendo especies que no corresponden. Nuestros insectos y aves no están adaptados a plantas que no son nuestras, y perdemos polinizadores vitales”, advierte Montesinos.

Uno de los ejemplos más críticos es la yara, una especie endémica de Yarabamba hoy amenazada por la ambición del ser humano, quien la ha talado e incluso quemado para tener más lotes. No existen técnicas de propagación claras para asegurar su supervivencia, pese a que brinda beneficios ecosistémicos importantes. “Sería excelente que Arequipa esté llena de plantas nativas. Si las perdemos, el daño será irreparable”, afirma el especialista.

Se necesita voluntad política para proteger áreas naturales.

Desde el SERFOR, el administrador técnico Luis Gonzales Dueñas confirma la magnitud de la amenaza. Explica que en los últimos años denunciaron invasiones que afectaron más de 2 500 hectáreas en zonas de amortiguamiento, incluso dentro de áreas núcleo protegidas. “Todo alrededor de la ciudad está invadido. Y en muchos casos se avaló con pistas, colegios y servicios básicos en lugares donde la construcción estaba prohibida”, denuncia.

La presión inmobiliaria también ha arrasado con bosques de queñua, árboles que pueden tardar hasta 100 años en alcanzar su madurez. Son especies que producen oxígeno a gran escala y que cumplen un rol vital en la regulación del ecosistema andino. “En los últimos años hacemos dos o tres hectáreas de reforestación, pero el bosque ha sido afectado en cinco mil. Eso no le hace ni cosquillas al daño”, advierte Gonzales Dueñas.

El impacto no solo se mide en la pérdida de especies. La expansión urbana descontrolada también reduce suelos agrícolas, agrava la contaminación y vuelve a la ciudad más frágil frente al cambio climático. “La expansión no debe provocar el deterioro de áreas naturales y agrícolas. El tema ambiental debe estar más latente, con más conciencia” advierte Montesinos.

Arequipa enfrenta así una disyuntiva, seguir creciendo sin control o apostar por un desarrollo que valore sus plantas nativas y ecosistemas frágiles. De ello depende que el paisaje endémico de la región, con su flora única y sus polinizadores, no quede reducido a un recuerdo perdido entre el cemento.

Invasores podrían estar detrás de incendios.

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