Obispo de Arequipa fue presidente por 3 horas
Estaba encargado del Arzobispado de Lima.
Por Carlos Meneses Cornejo
ESPECIALES DE AREQUIPA: Los arequipeños que yo conocí
Como todo en la vida, el régimen del oncenio de Augusto B. Leguía comenzó a debilitarse en los años cercanos a 1930. Los problemas de orden económico y del país eran motivo de conspiraciones militares y civiles que buscaban derrocar a un gobierno que ya era débil hasta que ocurrió la llegada del teniente coronel Luis M. Sánchez Cerro que regresaba de Europa.

Sánchez Cerro fue designado como uno de los jefes militares de Arequipa y empezó a movilizar las tropas hasta que, en el año de 1930, efectivos de los cuarteles de Tingo, Santa Marta y Miraflores, comenzaron a marchar hacia el centro para controlar la ciudad y declarar una revolución. La respuesta del gobierno fue débil y apenas dos aviones sobrevolaron Arequipa, lanzando volantes contra la revolución, mientras esta se ampliaba a otras guarniciones hasta comprometer a Lima.
Leguía fue detenido por un grupo de militares que llegaron a golpearlo en Palacio de Gobierno, se dijo que entre ellos estaba un militar de graduación que lo golpeó en el rostro motivo por el cual, el efectivo fue expulsado porque no estaba autorizado para hacerlo. Leguía fue detenido porque, además de todos los males que había en el país, el gobierno no tenía dinero, gobernaba una Junta Militar en la cual tenía una gran influencia el general Oscar R. Benavides y Perú comenzó a tener fricciones con su vecina Colombia que llegaron hasta la guerra entre ambas naciones.
La casa de Leguía fue incendiada y al detenerlo comprobaron que el entonces presidente sufría de cáncer por lo que la Junta de Gobierno lo envió al hospital naval para que fuese asistido y en ese nosocomio muere.
Hubo cambios en Lima, el arzobispo de ese entonces fue Emilio Lissón Chávez a quien se atribuía complicidad con Leguía, la Santa Sede accediendo a las presiones de la Junta de Gobierno aleja del país a Lissón y en su reemplazo nombra como administrador apostólico al obispo arequipeño, monseñor Mariano Holguín Maldonado.
Mariano Holguín nació en Arequipa el 5 de octubre de 1860, hijo del matrimonio de Manuel Holguín y Manuela Maldonado, cuando nació fue inscrito como cristiano en la parroquia de Santa Marta y desde temprana edad mostró tendencia hacia la abogacía y la religión. Hubo dificultades para conseguir que él llegase a la abogacía y entonces optó por acercarse a los frailes franciscanos de la iglesia de La Recoleta que rechazaron su ingreso a la congregación al verlo muy delgado, condición impropia para quien iba a ser un misionero, insistió entrar en La Recoleta hasta que efectivamente fue aceptado. Entonces cambia de nombre, pues originalmente se llamaba Emilio y al ingresar a la vida de claustro pasó a llamarse Mariano de la Concepción.
El obispo de Arequipa, Juan Ambrosio Huerta, concedió la orden para que ingresara a la comunidad franciscana recoleta y su primer discurso en el púlpito tuvo lugar en la Catedral para cantar la Gloria del Corazón de Jesús. También presidió una procesión cuando llegó al pontificado León XIII que se realizó entre La Recoleta y San Francisco en el centro de la ciudad, antes fue nombrado obispo de Huaraz y como tal se dedicó hasta que fue trasladado a Arequipa a trabajar por los peruanos del norte de Chile que eran cautivos de soldados chilenos, defendió con vigor la condición de los nacionales y cuando lo nombraron representante de la Iglesia en Lima tuvo que viajar a la capital para ejercer la misión de Administrador Apostólico.

En el país reinaba una gran confusión política. De un lado, el sur apoyaba al partido descentralista de Manuel J. Bustamante de la Fuente y a lo que quedaba del Partido Liberal y juntos aparecieron comunistas, apristas, masones y chilenos empeñados en llegar al poder. El primero de marzo de 1931, el presidente Sánchez Cerro convoca a una reunión en Palacio a los elementos representativos de la sociedad y del Estado y ante ellos y teniendo en la mano la banda presidencial y una carta de renuncia entrega los poderes del gobierno a monseñor Holguín a quien le dice que reconoce en él, manos limpias y adecuadas para gobernar el país.
Sánchez Cerro termina su breve alocución y abandona Palacio y el prelado arequipeño agobiado por el gesto y convertido en presidente consulta con los presentes qué puede y debe hacer. Uno de sus biógrafos, el franciscano Francisco Cabré dice que encontraron salida al problema reemplazando al callado del obispo confiando al presidente de la Corte Suprema y primer dignatario judicial doctor Ricardo Leoncio Elías que asumiera el cargo a las 3 horas de haber sido dado a Holguín.
Muchos políticos, tanto en Lima y Arequipa, opinaron que Holguín se quedara como presidente por los merecimientos personales que tenía, pero él rechazó todas las veces que le fue hecha la propuesta. La idea de reemplazar su misión pastoral no estaba en su cabeza y en cuanto pudo regresó a Arequipa para recuperar su condición de obispo, rechazando cualquier cargo político.
La figura fue creciendo, en el sur se tomó la decisión de que no sería un arequipeño candidato a la Presidencia. En tal condición se había vuelto a citar el nombre de Manuel J. Bustamante de la Fuente y también el de José Luis Bustamante y Rivero, pero Bustamante de la Fuente propuso como alternativa al cusqueño David Samanez Ocampo.
Holguín vuelve para seguir siendo obispo y vivió en el Obispado donde hoy funciona la Sociedad de Beneficencia hasta que el papa le va confiando cargos. Él funda el Círculo de Obreros Católicos, el diario El Deber y recibe encendidos elogios del diario El Pueblo, caminaba vestido de negro y siempre rodeado de feligreses que escuchaban su voz y sus consejos, pero cuando le hablaban de ser presidente siempre dijo que no a las invitaciones. Así llega a alternar su vida entre el Palacio Episcopal y su celda de La Recoleta en la que hace una pequeña capilla para rendir culto a la Sagrada Familia, donde oraba siempre puesto de rodillas.
“No me corresponde a mí llevar la espada y la banda presidencial, el Señor que me ha dado el báculo y el evangelio, me ha señalado donde debo estar”.
Había nacido en un suburbio de Arequipa vecino a Miraflores y recorrió Moquegua y Arica y estuvo en la entrega de Tacna cuando retornó al Perú.
El 23 de mayo de 1943 cuando era papa Pío XII, la diócesis de Arequipa fue elevada a Arquidiócesis junto con su obispo, que desde entonces pasó a ser arzobispo Holguín.
Después de recibir la Orden del Sol y distinciones diversas, falleció en Lima y traído a Arequipa para ser sepultado en la Catedral, su entierro fue apoteósico y con honores a quien por algunas horas fue máxima autoridad en el país.


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Siempre en mi diario favorito.