El reto de la equidad
Christian Capuñay Reátegui

En tiempos de polarización política y elecciones, la función de los medios de comunicación, y en particular de los estatales y públicos, adquiere una relevancia insoslayable. En diversas ocasiones, la prensa cumple formalmente con la pluralidad: difunden declaraciones de los principales actores políticos, ofrecen espacios de exposición y abren micrófonos a voces diversas. Sin embargo, esta pluralidad no siempre garantiza equidad, es decir, un trato proporcional y equilibrado que evite favoritismos implícitos y contribuya a un debate democrático.

La pluralidad puede entenderse como la presencia de múltiples perspectivas en la esfera mediática. Un noticiero puede mostrar en una misma semana declaraciones de varios candidatos, de autoridades y de especialistas, con lo que formalmente se cumple este principio. Pero la equidad implica algo más complejo: que esas voces no solo estén presentes, sino que también reciban un espacio balanceado, una cobertura similar en visibilidad y un tratamiento informativo sin sesgos. Es justo aquí donde se evidencian las tensiones. 

En la práctica, ciertos actores políticos suelen gozar de mayor cobertura debido a su peso mediático, su capacidad de generar noticias o su posición en las encuestas. Este fenómeno, común en muchas democracias, termina creando un desbalance: algunos candidatos aparecen sobrerrepresentados mientras que otros, pese a contar con propuestas relevantes, permanecen en los márgenes de la agenda pública. Así, el medio puede cumplir con la pluralidad formal, pero no necesariamente con la equidad sustantiva. 

Un aspecto adicional que influye en la percepción ciudadana son los encuadres (frames) que utilizan los medios. No es lo mismo cubrir una propuesta en clave propositiva que hacerlo desde un enfoque meramente declarativo o episódico. Los enmarcamientos definen si la ciudadanía recibe un panorama enriquecido, con elementos comparativos y contextuales, o si se limita a una repetición de frases y posturas. Por ello, además de garantizar pluralidad de voces, la prensa debe reflexionar sobre qué tipos de encuadres predominan y cómo estos contribuyen –o no– a una equidad informativa real. Un encuadre que favorezca la sustancia, la comparación de propuestas y el análisis crítico es indispensable para fortalecer la deliberación. 

El desafío para los medios estatales y públicos es grande. Por un lado, están llamados a reflejar la diversidad política y social; por otro, deben resistir la tentación de convertirse en altavoces de los más visibles o de quienes concentran mayor poder coyuntural. La misión de servicio público exige garantizar un campo informativo nivelado, donde cada actor político pueda ser evaluado por la ciudadanía en igualdad de condiciones.

Lograr esta equidad requiere criterios claros de noticiabilidad, transparencia en la asignación de coberturas y mecanismos de autorregulación que fortalezcan la confianza pública. Implica, además, entender que la calidad democrática no se mide solo por cuántas voces se escuchan, sino también por cuán justo es el espacio y qué encuadres se eligen para presentar esas voces. 

En un contexto en el que la ciudadanía demanda información confiable para tomar decisiones, los medios públicos tienen la oportunidad de convertirse en verdaderos garantes de un debate plural y equilibrado. No basta con abrir el micrófono a todos: es necesario que cada voz tenga el mismo valor en la conversación colectiva y que los encuadres promuevan la equidad sustantiva. Solo así la pluralidad dejará de ser un formalismo y se convertirá en un instrumento real de democracia.

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