Extender la mano y la pantomima de gobernar
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

Recientemente, en un casi ofuscado pero teatralizado y, como siempre, breve mensaje, el inquilino de Palacio dijo, entre otros asuntos, que por última vez extendía la mano. No se comprendió bien si se refería a quienes sin razón ni comprensión lo avalan, a quienes con razón desean que se marche o a esos fantasmas que él ve, como siniestros espíritus “golpistas” que imagina y que son producto de sentirse acorralado porque hasta sus más allegados empiezan a darle la espalda.

Lo curioso es que para que haya una “última vez” debe haber una primera, y en ningún momento ha habido una actitud de convocatoria, de acercamiento, de tender puentes. Muy por el contrario, este gobierno se ha caracterizado por una actitud confrontacional que busca constantemente exacerbar las diferencias y las distancias, y está lejos de mostrar una actitud amigable, que sería la actitud responsable de quien se sabe capaz y responsable de conducir los destinos del país. Solo quien tiene miedo al oponente y quien se siente inferior ante el adversario puede vivir en una actitud de enfrentamiento, amenaza y amedrentamiento pues demuestra, entre otras cosas, un temor sustantivo ante la propia pequeñez y la propia inconsistencia.

A lo largo de nuestra historia republicana, muchos han sido los momentos en que tradicionales opositores han entendido que debían postergar sus pretensiones personales y partidarias, o lograr entendimiento en favor de la gobernabilidad. En aquellos momentos se trataba de posturas políticas e ideológicas que se sustentaban en ideas; en estos momentos se trata de caprichosas posturas respaldadas por la incapacidad para marcar un rumbo, para definir un lineamiento de acción, para enfrentar la justicia y para salir de la maraña de falsedades.

Todos esos problemas solo se agravan por los exabruptos de un premier a quien bien se podría calificar de agitador o, cuando menos, de tendencioso; y en el mejor de los casos, propenso a una verborrea que lo lleva a ir dinamitando las posibilidades de que sea factible ese falaz llamado de “extender la mano”. En última instancia, a quien gobierna y se sabe que va quedando contra las cuerdas, no le quedará más que ir tendiendo la mano tantas veces como sea necesario, o como se lo permitan las circunstancias.

Al margen de ese discurso, pobre y por lo general cargado de agravios y amenazas, a veces veladas y a veces bastante directas, no deja de llamar la atención el sainete de renuncias revocadas de personajes como el abogado de lo indefendible y el propio premier. Es justo que uno se pregunte si es que no hubo quién más se hiciera cargo de esas funciones o es que quienes renunciaron y se sienten empoderados al regresar al ruedo, no se percatan de que lo hacen con una mecha muy corta.

Como bien se ha dicho, en política tanto pesan las palabras como los gestos y así como lo que se expresó en la Pampa de Junín carecía de la mínima lógica y coherencia histórica, hoy nos ha sorprendido un personaje con gesto casi de cacique, siendo él del pueblo, que hasta se jala la pierna del pantalón para que se le amarren los zapatos, porque desde su supuesta alta investidura o desde su insignificante altura, no corresponde que él lo haga por sí mismo. En las palabras y en los gestos es, pues, contradictorio, lo que hace con una acción, lo destruye con otra y el mensaje queda confuso para el ciudadano y para él mismo.

Mal hace él y peor es que permita y avale que se ataque a un poder del Estado y que se pretenda atacar a la Fiscal de la Nación. Es cierto que en tiempos recientes hemos estado acostumbrados, lamentablemente, a una Fiscalía bastante obsecuente y que en este momento esa instancia se nos presenta con una dignidad que impresiona y convence de la importancia y del profesionalismo que busca imprimir a su labor; por ello es el momento de respaldarla ya que son muy pocas, casi ninguna otra instancia del gobierno que se presenta rescatable ante la ciudadanía. Si sucede, como vemos, que algunos miembros de la familia de quienes habitan palacio, se ven involucrados en hechos delictivos que podrían comprometer de manera muy grave a la propia cabeza de la familia, lo inteligente no es denostar a la autoridad; lo correcto no es permitir que el premier u otro ministro victimice a los investigado ni los eleve a la categoría de héroes. Lo correcto es la verdad, es facilitar la investigación y, lo inteligente, es evitar que la situación se agrave.

Tarde o temprano esta historia pasará y los que ahora disfrutan de prebendas, poder o consideran que es una muestra de gran autoridad de cacique el que se le amarren las correas de los zapatos, deberían saber que en breve, muy en breve, quienes ahora los aplauden, los van a vilipendiar porque el éxito del que ahora gozan y que se sustenta en el manoseo del pueblo necesitado y realmente postergado, es transitorio y si es así para los grandes, cómo será para estos que ilusamente buscan aferrarse a lo que les es esquivo.

Esta crisis en el momento político que vivimos parece no tener fin y se ve agravada por la recurrencia de los mensajes oficiales, equivocados, por cierto, en los que se va echando la culpa a otros, a la prensa y a unos enemigos que ellos mismos se crean. Asumir la condición de víctima y buscar el respaldo popular llamando a propiciar actitudes violentistas de las que el propio gobierno se podrá arrepentir, son actitudes lejanas de lo adecuado, de lo inteligente, de lo conveniente y nos distancian de la gobernabilidad.

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