Por: Carlos Meneses

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“Si se necesita de un milagro para socorrer al Perú, ha llegado la hora que Dios nos lo regale”.

El Congreso de la República, con todos sus defectos y pocas virtudes, será el escenario necesario y final para que de alguna manera se resuelva la crisis política peruana. Dependerá de quienes son los jefes de las bancadas el encontrar una solución que sea de aceptación mayoritaria y ajustada a moldes con la Constitución vigente.

A semejante y delicada conclusión han llegado expertos que analizan la confrontación constante con resultados negativos para los habitantes del país, quienes procuran encontrar respuestas válidas a una forma viable de poder entender alguna fórmula de solución a las diferencias existentes y que en los últimos días, sobre todo, no han dado tiempo ni al Ejecutivo ni a los legisladores para encontrar alternativa que proponer.

Sabido es que ninguno de los dos lados en conflicto acepta la mediación de nadie. Está virtualmente descartado que el llamado Consejo de Estado tenga vigencia y poder de convocatoria para procurar el diálogo deseado, recordándose con nostalgia y pesar la salida que se logró en el 2000, cuando muchos renunciaron a aspiraciones legítimas para apoyar a Valentín Paniagua como jefe de un gobierno de transición.

Se puede ahora decir que la figura salvadora no está a la vista, pero es posible que sea hallada en el afán de encontrar salvación a una crisis que requiere un personaje de dimensión que en el bicentenario de la Independencia logre un entendimiento que parece lejano. Reconociendo que los políticos de ayer, de solo hace 20 años, tuvieron una mejor visión de lo que ahora preocupa a todos los peruanos y de la posibilidad de devolver esperanza y confianza en los destinos nacionales.

Las derechas, las izquierdas sin excepción del centro tendrán que encontrar la figura de una dama o de un varón que renunciando a derechos se anime a salvar el país.