Cuando rendimos cuentas
Por: Óscar Mejía Muñoz

Algunos de los valores esenciales que han guiado mi camino personal y profesional, cuando decidí involucrarme en el campo del desarrollo comunitario, fueron la honestidad y la transparencia para comunicar lo que hacemos.

Es cierto, no resulta común escuchar de estos como la médula de lo que hacemos cuando nos involucramos en proyectos sociales, pero si vemos bien, ambos valores no son solo esenciales, se necesitan mutuamente para subsistir. Así, pues, la honestidad es un valor que tiene relación con el fuero interno de las personas y su integridad para hacer lo correcto. La segunda, la transparencia, tiene que ver con el ámbito externo y alcanza su potencial cuando interactuamos con otros. Y es la suma de ambos valores lo que alimenta el compromiso de nuestro trabajo, de pararse frente a con quienes trabajamos, nuestros aliados y comunidades, para decirles: “gracias, sin ti, nada de lo alcanzado habría sido posible”.

A diferencia de lo que muchos entienden, este compromiso de rendir cuentas es más que informar, es la autocrítica de reconocer que lo pudimos haber hecho mejor, o que incluso debimos escuchar más y mejor. Sea como sea, la rendición de cuentas es una preciosa oportunidad y espacio de comunicación donde ambas partes –nuestros grupos de interés y nosotros– podemos interactuar para aprender mutuamente con las consiguientes moralejas que esto puede dejar.

Por ejemplo, es la oportunidad de escuchar a hombres y mujeres en el distrito de Cura Mori (Piura), los que en completa libertad y voluntad nos expresan lo que deberíamos cambiar o dejar de hacer; es denotar la emoción en los padres y madres de familia en el distrito de San Miguel (Cajamarca) cuando saben que nos llevamos sus opiniones como un valioso feedback para nuestra planificación del 2023; y, en especial, es ese bonito desafío de pararse frente a cerca de 120 personas quechua hablantes en el distrito de Ollantaytambo (Cusco) para intentar hablarles en el idioma de su corazón. ¿Pueden imaginarse las risas que mi nivel de quechua super básico causó en la audiencia?, pero ¿acaso la rendición de cuentas no debería generarnos este preciso espacio de confianza?

Tengo la bendición de trabajar en una organización de desarrollo y ayuda humanitaria que se toma en serio la rendición de cuentas como un valor esencial de la institución ante quienes les debemos honestidad y transparencia en lo que hacemos. Y es para mí, como seguramente para mis colegas, la oportunidad para recordar que el tan comentado bienestar social por el cual trabajamos tiene al final del día rostros visibles, con nombres y apellidos. Que, así como nosotros, ellos sienten, viven y tienen algo que decir. Es pues la oportunidad de escucharlos genuinamente, mirarles a los ojos y decirles: “Hasta aquí lo hicimos juntos, ¿cuento contigo?”.

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