La educación técnica transforma vidas
Por: Guillermo Sánchez

Si tuviera que elegir un solo Objetivo de Desarrollo Sostenible, entre las 17 que define la ONU, me quedaría con Educación de Calidad. ¿Por qué? Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que la educación es la solución a todos los problemas del mundo. ¡Todos! Sin embargo, en Perú, solo tres de cada diez jóvenes que terminan el colegio pueden acceder a educación superior, una de las cifras más bajas entre los países de América Latina.

¿A qué responde este indicador preocupante? El factor económico es una de las principales barreras que impiden la transición a la educación superior, sobre todo a las universidades. Frente a esta dificultad, los institutos tecnológicos deberían ser una excelente alternativa para que los jóvenes alcancen su desarrollo personal y profesional. Sin embargo, no siempre son vistas como tal. De hecho, solo una de cada tres personas que acceden a educación superior opta por estudiar una carrera técnica, pese a que el 80% de la oferta laboral en el Perú está dirigida a estos últimos.

Evidencia de ello cada año, según el Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, 100,000 jóvenes egresan de los institutos, pero las empresas requieren otros 300,000 profesionales técnicos para cubrir puestos de trabajo en diferentes sectores económicos. Este déficit, aunque preocupante, es también importante porque nos permite ver el panorama de oportunidades que ofrece la educación superior técnica en la actualidad.

Pero ¿qué hace que la formación profesional técnica sea tan especial? Sin duda alguna, los conocimientos especializados, la resolución de problemas, el enfoque en resultados y las grandes habilidades técnicas y tecnológicas que desarrollan los estudiantes, a lo largo de una carrera técnica, son altamente valorados en el mercado laboral. Por tanto, consiguen trabajos bien remunerados en corto tiempo.

Al respecto, estoy convencido de que la educación superior técnica puede transformar la vida de los jóvenes al proporcionarles habilidades valiosas y una trayectoria profesional viable, que les permite mejorar su posición económica y social, y construir una vida más próspera y satisfactoria para sus familias y comunidades.

Evidentemente, como país, nos falta acortar la brecha que existe entre el acceso a la educación superior técnica y las oportunidades que ofrecen este tipo de formación profesional. Para ello, resulta necesario impulsar la calidad y la diversidad de la oferta formativa, conectada a las necesidades del mundo actual, y fortalecer los programas de apoyo económico para los jóvenes de bajos recursos. ¡Necesitamos profesionales técnicos!

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