AREQUIPA – La humildad como talento
Por Carlos Rivera – El Montonero
Fue en el libro Del canchón de Santa Martha a la Copa Perú. La historia del fútbol Arequipeño (Editorial Impresores Flores, 1989) del periodista mollendino Salomón Medina Zevallos donde pude enterarme nítidamente de aquel encuentro del FBC Melgar contra el Santos del Rey del fútbol, Pelé. La gente acariciaba la ilusión de ver de cerca al mejor jugador del mundo enfrentando a nuestro club más representativo. Inundaron las calles y la prensa se deshacía en elogios al club que llegaba con muchos campeonatos internacionales y con media selección brasileña entre sus filas y luego de salir airoso en la capital goleando 4-0 al Alianza Lima. El libro describe la historia de nuestro balompié desde sus más añejos clubes: Victoria del Huayco, FBC Aurora, Temperley, Piérola, White Star; leyendas como Jorge Pardón primer arquero de la selección que jugó el Mundial de Uruguay 1930. También registraba una foto de nuestro gran periodista Guido Díaz Rivera (a quien escuchaba en los años 80 y 90 todas las mañanas por Radio Arequipa y vivía a un par de cuadras de mi casa) junto a Edson Arantes do Nascimento, el Rey Pelé.
Mi padre era un ccorito en ese año de 1967 que salió con su collera a presenciar la llegada de las leyendas brasileñas al Aeropuerto Rodríguez Ballón y luego fueron al estadio Melgar de Cuarto Centenario para poder ver aquel legendario duelo. Lo demás es leyenda pura. Nuestro Eduardo “Patato” Márquez le paró el macho a la defensa del Santos, y dribleó, jugó de igual a igual y sin miedo. Como los grandes saben hacerlo. En la defensa la impecable seguridad del capitán Armando Palacios quien llegó prestadito del club Universitario donde jugaba. Empatamos 1-1 y el “Patato” marcó para los rojinegros.
El periodista deportivo Rómulo Jesús Leanderas Rodríguez describe el gol de Patato en ese encuentro:
“Se jugaba el minuto 35 del primer tiempo, el balón fue recepcionado por Oscar Márquez, que levanta la cabeza y observa a su hermano desmarcado con intención de proyectarse y le cede el esférico. Con la calidad de un grande, Eduardo “Patato” Márquez recibe la gordita avanza algunos metros, y saca un remate que vence la resistencia del golero Claudio…” (“Hace 49 años Pelé brilló en Arequipa”, en rleanderasdeportes.blogspot.com. 9/02/2015).
En los años ochenta mi madre cuando quería hacerme jugar en el patio de la casa me decía: “ahí va, él goleadorrr, «Patato» Márquez”. Yo me distraía con ese susurro de amor y mis torpes tropiezos con el balón. Era muy niño para entender aquel legendario nombre y ya luego cuando mi amor por el fútbol crecía empecé a recortar las fotografías en los diarios y revistas antiguas de mi casa. Hice mi pequeño álbum de recuerdos y tenía un espacio sublime y amplio para el “Patato”.
En una entrevista con Iván Contreras Abarca “Patato” cuenta que en 1966 hizo un gol al Alianza Lima al mismo estilo de Maradona contra los ingleses en el mundial de México 86. El arquero Rodolfo Bazán, “El mago” del cuadro íntimo felicitó la enorme jugada. «Patato» evoca esa genialidad y parecía recrear, con sus campechanas palabras, una altísima obra de arte desde sus chimpunes y su corazón imbatible.
El periodista Jorge Malpartida Tabuchi realiza una de las mejores crónicas sobre nuestro gran deportista, Patato. El goleador humilde que miraba al frente (Quimera ,2018). No solo recrea todas sus hazañas en el césped y sus diabluras con la pelota además de los partidos que marcaron época, sino que logra un retrato humano de sus sentimientos, sus ilusiones de hijo y padre. Aquel rincón donde descansan los silencios de nuestros miedos. Un extracto:
“El niño solía patear la pelota con los pies desnudos. Sin embargo, cuando el balón de trapo era reemplazado por una lata de leche vacía, el pequeño sacaba a escondidas el único par de zapatos que su padre le había podido comprar para que vaya a la escuela, y se ponía a repetir las jugadas que miraba en el estadio hasta romper las punteras de cuero. «Al regresar a casa mi papá me sacaba la chochoca, pero yo, ¿qué podía hacer?”
En diciembre del 2017 tuve la suerte de presentar el libro El fútbol peruano. Protagonistas de su historia(2017) de Antenor Guerra-García en la Municipalidad Provincial de Arequipa junto a José Luis Vargas Gutiérrez y José Luis Sarcco Moya. En la mesa de honor Eduardo “Patato” fue ovacionado por el auditorio con el solo hecho de su nombre.
Ya luego nos fuimos a tomar unos chocolates en un localcito del portal de San Agustín y pudimos conversar de su trayectoria, anécdotas familiares, y de sus platos favoritos. La chispa de “Patato” era franca y sin titubeos. Tenia calle y esquina de picantero. En algún momento de nostalgia se le dibujó un rasgo de pena al recordar la muerte de su primer hijo, pero revivía cuando hablaba de sus demás vástagos y daba gracias a Dios por esa dicha. Su esposa lo apretaba del brazo y se abrazaban en un amor que fue más allá de una pelota.
Quise tener a “Patato” en la presentación del libro Pre-textos para marcar la cancha (Quimera,2017) a realizarse el 18 de diciembre del 2017 en la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa. Aprovechamos el fabuloso cónclave futbolero para rendirle un merecido homenaje. Pasada la ceremonia la gente se acercaba a ver los detalles del libro, algunos lo miraban con curiosidad de compra otros preguntando su contenido y la calidad de los autores. Los libros que se vendieron aquella vez no fueron firmados por ninguno de los colaboradores, todos querían la firma de “Patato” y él se deshacía en sonrisas estampando su legendaria rúbrica en el papel y luego la foto con el banner que habíamos preparado para su reconocimiento. Acabada la reunión lo acompañé a tomar el taxi junto a su inseparable esposa, Sonia, compañera tenaz de su vida. Siempre sonriendo y agradecido.
Hombre generoso y amable. Hijo ilustre de Arequipa. Una leyenda que rechazó los oropeles de la soberbia regalándonos el tesoro de su modesta humanidad y la magia de sus pies. Supo driblear las tragedias del destino y ganarse los corazones de quienes lo vieron jugar con picardía y parada desafiante y de otros que recogemos sus hazañas y nos imaginamos sus glorias. En la paz de la inmortalidad tal vez celebre el cariño que le rendimos hoy y los recuerdos que nos ha dejado con su vida de hijo, padre y ser el más grande entre los grandes. Demos paso a la leyenda.