NO HAY CAPITALISMO FUERA DE LA GLOBALIZACIÓN (POR AHORA)
Por: Anthony Medina Rivas Plata – Director de la Escuela de Ciencia Política de la UCSM
En su libro “Geopolítica y Geocultura”, el sociólogo norteamericano Inmannuel Wallerstein señalaba que, a causa de la construcción del sistema internacional dentro de parámetros europeos, el modelo de Estado-Nación se convirtió en la única herramienta válida para la interlocución entre los pueblos, así como para la implementación de sistemas de producción económica dentro de territorios específicos. Esto a su vez ponía un límite a las grandes ideologías de la Guerra Fría, las cuales nunca pudieron implementarse en su estado ‘puro’ a causa de las presiones de la globalización y a la propia lógica del gobierno.
Debido a esto, decía el autor que, en el marco actual de globalización liberal (aún vigente), es imposible implementar coherentemente y a través del Estado algún tipo de paquete ideológico que contribuya a debilitar, y no a fortalecer, al mismo Estado. De un lado, el libertarianismo/anarcocapitalismo conduce a debilitar las bases estatales sobre las cuales los mercados pueden expandirse (seguridad interna y externa, diplomacia económica, negociación del tipo de cambio a través de los Bancos Centrales, etc.); mientras que, del otro lado, el marxismo ortodoxo que planteaba ‘la extinción del Estado en sí mismo’ a través de la llamada ‘dictadura del proletariado’, colocó en el mismo dilema a revolucionarios rusos y chinos en una época en la que ‘dar todo el poder a los soviets’ equivalía a hacer vulnerables a los Estados comunistas soviético y chino frente a cualquier invasión extranjera. Concluye Wallerstein que los dos principales modelos económicos de la época, el norteamericano y el soviético, no eran sino las dos caras de un solo proyecto de globalización liberal, tomando las ideologías liberal y socialista formas ‘impuras’ al momento de implementarse a través de sus respectivos Estados, a las cuales llamó: ‘liberalismo de mercado’ (Estados Unidos) y ‘liberalismo socialista’ (Unión Soviética).
Vale la pena rescatar esta tesis de Wallerstein, especialmente en estos días en los que se suele hablar de ‘socialismo’ o ‘comunismo’ a secas, sin entender mucho el significado del término. Durante la Guerra Fría, académicos e intelectuales de todo el mundo discutieron mucho sobre el carácter ‘comunista’ de los países en el Este de Europa, así que nos limitaremos a reseñar esa historia. El modelo económico construido en la Unión Soviética (1922-1991) efectivamente combinaba un centralismo absoluto en la toma de decisiones políticas junto con un sistema de producción dependiente casi exclusivamente de empresas estatales. Si bien durante la época de Stalin se intentó promover la COMECON como un modelo alternativo de ‘globalización comunista’ con países como China Popular, Cuba, Vietnam, Mongolia o la ex Yugoslavia, el bloque comunista nunca pudo aislarse del proceso de globalización liberal que venía desde el Occidente. Australia, Europa Occidental, Finlandia y los propios Estados Unidos establecieron relaciones comerciales con la Unión Soviética, lo que incluyó la compra a crédito de alimentos, repuestos, productos manufacturados e incluso inversión extranjera para el desarrollo de industrias dentro de territorio comunista. Siendo los productos industriales soviéticos de calidad muy inferior frente a aquellos que venían de Occidente (el mismo Gorbachov alertaba sobre la creciente dependencia de la URSS frente a la tecnología occidental), la única ventaja competitiva de la cual disponían era la de sus exportaciones de petróleo; la cual hasta el día de hoy sigue siendo un asunto espinoso en las relaciones triangulares entre Estados Unidos, Europa y la Rusia Postsoviética.
La moraleja de esta historia es que uno puede cuestionar la eficiencia y eficacia de los modelos económicos socialistas o comunistas basándose en experiencias como las de la Unión Soviética en el pasado, o las de Cuba y Venezuela en el presente; pero esto no puede servir para extrapolar toda medida que sirva para fortalecer las capacidades del Estado como un intento por implementar el comunismo por decreto. Cabe recordar que muchas medidas que hoy son consideradas por algunos como ‘chavistas’ o ‘comunistas’ (el aumento de impuestos a la extrema riqueza o la renegociación de contratos en industrias extractivas, por ejemplo) son moneda común en casi el resto del planeta, e incluso en ciertos casos son recomendadas por organismos como el FMI, el Banco Mundial o la OCDE. Cabe recordar además que el carácter ‘autoritario’ o ‘dictatorial’ que puedan tener ciertos regímenes políticos se maneja de manera indistinta y en paralelo a su modelo económico. De otra manera, olvidaríamos que el apuntalamiento de varias de las más dinámicas economías capitalistas en el mundo se hizo bajo regímenes autoritarios (como en Singapur y Corea del Sur); teniendo algunos de ellos hasta iconografías ‘de izquierda’ (como la China Popular posterior a 1978 y la República Socialista de Vietnam). Lo que existe el día de hoy son diferentes modelos de capitalismo, con formas más o menos híbridas dependiendo del rol que pueda cumplir el Estado en la promoción económica.
En conclusión, y citando nuevamente a Wallerstein, no existe salida al capitalismo dentro del actual proceso de globalización liberal; por lo que toda construcción de algún tipo de modelo ‘alternativo’ pasa por condiciones geopolíticas y geoeconómicas que ningún Estado por sí solo, así sea el más poderoso de la Tierra, está en capacidad de replicar por ahora.
El capitalismo moderno está intrínsecamente vinculado a la globalización, ya que esta facilita la expansión de mercados, el flujo de capital y la transferencia de tecnología. Sin la globalización, el capitalismo perdería su capacidad de operar a escala global, limitando su crecimiento y su impacto económico en diferentes regiones del mundo.