El celular nuestro de cada día
Por Erick Zaravia Hurtado
Es lunes por la tarde y espero la combi que me llevará a mi hogar. Junto a mí un grupo de colegiales despreocupados; todos sostienen en las manos sus ipods y smartphones mientras sueltan comentarios de la fiesta del fin de semana y de lo piola que lo pasaron. En ese instante algo llama mi atención: intercambian recuerdos de su reunión, pero ninguno dirige la mirada hacia sus interlocutores cuando dialogan. De pronto un zumbido en mi bolsillo me saca de mi cavilación y entonces entiendo que el celular domina la vida de aquel grupo tanto como la mía.
El celular se ha convertido en parte de nosotros. Es una extensión de nuestro cuerpo. Un complemento inevitable. Una prótesis.
En julio el Congreso debatió el Proyecto de Ley n° 5532/2022-CR, que pretende prohibir el uso de celulares en colegios públicos y privados. La propuesta se sustenta, entre muchas razones, en la disminución del rendimiento académico, la poca interacción de los estudiantes en los recreos, o como el responsable del déficit de atención durante el proceso de aprendizaje.
Países como Italia, Portugal y Francia ya restringieron su uso. Para tomar tal decisión emplearon las mismas razones del proyecto de ley peruano. El celular muchas veces se convierte en un distractor de la atención, que es el mecanismo psicológico indispensable para consolidar los aprendizajes en la escuela. Además, no solo perjudica la interacción en el colegio, sino que su influencia también perturba las relaciones familiares que están cada vez más deterioradas. Es pan de cada día encontrar en los desayunos, almuerzos y cenas al celular como un utensilio más sobre la mesa. Parece que sin aquel dispositivo a la mano el sabor de las comidas resultaría insípido. Las reuniones familiares se convierten en escenas para presumir del último modelo o para demostrar su superioridad en la captura fotográfica de algún episodio superficial.
Sin embargo, ante la propuesta del Congreso peruano surgen otras interrogantes: ¿es factible prohibir su uso en la era digital?, ¿es legítimo limitar el uso de estos dispositivos sin contravenir el principio de libertad individual? Sin lugar a dudas será un tema de discusión de largo aliento. Encontraremos, posiblemente, defensores y detractores de su lugar en el pedestal de los objetos que más usamos. Entonces, debemos también considerar la posibilidad de debatir los lineamientos de la cultura tecnológica.
Ciertamente el deterioro de las relaciones sociales en la escuela y en la familia tienen al celular como una de las causas preponderantes. Reflexionemos si la propuesta de prohibirlo en los colegios contribuirá a que los niveles de aprendizaje aumenten, o por lo menos no disminuyan.
No obstante, estaremos todos de acuerdo en que el afán de conectarnos con el mundo a través del celular nos ha desconectado de nuestra propia realidad.