Del equilibro inestable al pesimismo generalizado
Por Cecilia Bákula – El Montonero
Los dichos populares, esos que hemos aprendido por tradición oral y que hemos incorporado a nuestro lenguaje habitual encierran una tremenda sabiduría, y transmiten saberes y sentires evidentes que expresan en sí mismos verdades casi absolutas. En esta oportunidad traigo a colación un dicho o refrán muy común y es el que reza así: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y lo quiero aplicar a la realidad que el Perú vive en el momento actual.
Estaba leyendo enjundiosos y concienzudos análisis de lo que sucede en nuestro país hoy y no puedo estar más de acuerdo con esas visiones a veces apocalípticas, pero cargadas de cruda realidad, y expresiones frontales que nos hacen ver cómo estamos entrando en una pendiente muy empinada. Y que remontarla será muy difícil y oneroso, y significará sacrificios de envergadura para nosotros y para las siguientes generaciones. Ante todo ello, parece que quienes deben tomar el control para evitar el estrepitoso golpe de la caída no se dan cuenta de que vamos cuesta abajo; no perciben en sus vidas la recesión severa que nos afecta, no leen con ojos de objetividad la realidad que se les presenta y es por ello que parece que no quieren entender ni ver el panorama que tenemos delante.
Me sorprende cuando leo que con mucha soltura se menciona la frase de que estamos en modo de “piloto automático”, pues no solo parece ser cierto, sino que el modelito de juguete que se pretende gobernar a control remoto, resulta que no es el que realmente somos. Y las pautas de gobierno que se dan, muchas veces erráticas, no permiten controlar a ese mecanismo que se quiere manejar de manera automática.
Para comprender la realidad, baste mencionar algunos sectores. Por ejemplo, a mí me parece de la mayor gravedad el silencio y la inacción que se percibe ante la inminencia con que se nos viene avisando que tendremos un Fenómeno de El Niño que, en mayor o menor grado, va a afectar a regiones ya de por sí muy golpeadas como Piura y Puno. Región esta última con serios problemas de afianzamiento nacional, pobreza y que vive aún los rezagos de Yaku.
En el sector Interior no vemos una acción efectiva, contundente, clara que permita a la ciudadanía recuperar un poquito (aunque sea un poquito) de tranquilidad para la vida del día a día. No es suficiente con que se nos indique la existencia de bandas; no es suficiente con que se nos haga llegar pautas de cómo debemos conducirnos en caso de… En otros países en donde la delincuencia fue ganando terreno, se aplicaron medidas que, dentro de la ley, significaron una importante disminución de bandas y de actos delictivos. Y adicionalmente, mientras la inseguridad crezca, más allá de la percepción ciudadana, no hay inversión que se afiance en un país que no puede dar garantías, no solo legales y jurídicas, sino ciudadanas y comunes. El miedo es un arma muy peligrosa y si a la recesión se agrega el temor, la caída económica será mucho más grave.
Para qué mencionar ahora el sector cultura, cuando hace un par de día suscribí un comunicado llamando la atención sobre la perversidad de las últimas regulaciones dadas pues, tal como se están planteando las cosas, la defensa de lo que yo creía que era de alguna manera la razón de ser de ese joven ministerio pareciera que ya no lo es, y el patrimonio inmueble hoy puede ser fácilmente “lotizado”. Tan solo el uso de esa palabra ya parece una agresión, pero debo señalar que ante la firmeza del Comunicado emitido el 2 de noviembre y la concurrencia de los firmantes, se nos ha convocado a una reunión por lo que, por ahora, no debo ahondar más en este tema.
Y así podríamos desgranar uno a uno los ministerios y el balance sería igualmente desastroso, penoso por el bajo rendimiento, el amiguismo, la desatención a graves pendientes nacionales. Y qué decir de la incapacidad de gasto y de acción en los gobiernos regionales que poco representan a sus ciudadanos y menos se abocan al desarrollo y a enfrentar los inminentes retos que tienen delante.
Otro elemento que desanima tremendamente es la innecesaria frecuencia de viajes al extranjero de la presidenta. La hemos visto muy de la manito con el presidente Biden; no sé si es de muy cerquita o muy lejitos, pero lo que no alcanzo a descubrir es ni la conveniencia ni los resultados de ese viaje. Y esa imagen de un saludo tan cordial y paternal, pudiera tener una lectura que en nada nos hace un favor. En este momento el Perú tiene una canciller de lujo que bien puede representar a nuestra Nación y a la presidenta, y ello daría a los peruanos una idea de que, por lo menos, el piloto automático, se maneja desde casa.
Y qué decir del Congreso. Qué tristeza de institución en la que los pocos, poquísimos legisladores que merecen ese título tienen que soportar el sufrir la afrenta de compartir el hemiciclo con quienes denostan el haber sido elegidos para tan altísimo cargo. Qué baja e ínfima producción legislativa y que carencia de nivel humano, intelectual y patriota vemos en casi todos.
Y, ante todo ello, ¿dónde está la voz de la esperanza? ¿Dónde está el espíritu de futuro, el ánimo por el nuevo amanecer, por la confianza de que el mañana llegará y que éste es solo un tiempo duro, pero corto? ¿Es que no tenemos entre los mayores y los jóvenes una voz que grite, que convoque, que una, que sueñe, que enamore por el futuro que todos queremos? No se trata de marchas violentas y de megáfonos con sonidos estridentes, ni con quejas baratas. Se trata de comprender que es indispensable que asome ya y se descubra un nuevo líder, que lleve en sus entrañas al Perú, en su alma la transparencia, en su cabeza mucha ciencia y en su corazón el palpitar enérgico de los que no tienen miedo.
Solo así pasaremos de este pesimismo generalizado a la posibilidad de emerger como el ave Fénix a una nueva era, la que el Perú merece. Y superar estos años de oscurantismo, inmoralidad, improvisación y desolación, al amanecer venturoso que sin duda nos está reservado y merecemos.